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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

jueves, 13 de junio de 2013

De cómo fue mi firma en la Feria del libro de Madrid

Justo me tocó el día que empezó el calorazo, que ya es mala suerte. Pero bueno, es lo que hay (aunque ya podría haber esperado el verano un día). Cuando llegué a la caseta me enteré de que tendría que haber llevado los libros antes (nadie me avisó, en la feria del libro de Navalcarnero no eran las cosas tan complicadas...) pero pudimos solucionarlo a tiempo.
Luego me puse en mi sitio y empezó la firma. Como ya avisé por twitter, además de mis habituales sellitos había preparado detallitos para los compradores, marcapáginas, papelillos con las sinopsis.... Di como veinte de estos últimos, a los (poquísimos) lectores potenciales de mis libros que se acercaron (todo el mundo era o demasiado pequeño o demasiado mayor, y pasó muy poca gente) y charlé un poco con los que se acercaban (aunque no sabía muy bien cómo abrir la conversación con ellos ^^).
Lo único que me dio rabia fue que las cuatro personas a las que llevaba un montón de tiempo sin ver y que me habían dicho repetidas veces que iban a pasarse a saludar y a hacer bulto no se dignaron a aparecer... No es por nada, lo digo tanto por ellos (que ya saben quiénes son, y casualmente me hicieron lo mismo por mi presentación) como por cualquiera que tienda a hacer lo mismo: quedas mucho peor si dices que vas y luego no lo haces que si dices directamente que no vas.
Pero en fin, la experiencia no me la quita nadie, que es lo importante. Además, aproveché para comprarme los Cuentos de Bereth II y III, Príncipe mecánico y La maga. Y al final di tres regalitos, aunque ya no estaba en la caseta en ese momento ^^.

sábado, 8 de junio de 2013

De cómo fue mi firma de 150 rosas

Tras una mañana ajetreada por asuntos de "Qué voy a hacer con mi vida ahora que he acabado la carrera y no encuentro trabajo" llegó la hora de irme a la Feria del libro de Madrid. Llegué a eso de las 18:10 y no había nadie por en la caseta aún, así que me di una vuelta y me encontré con Julia Zapata, que me acompañó a Kirikú y la bruja, donde me compré Show. Luego volvimos a la caseta y ya había algunas rosas más por ahí. Fue genial conocer a algunas compañeras de antología y reencontrarme con otros :D Nos fuimos a la parte de atrás para descubrir que no había césped y sólo podíamos de dos en dos, así que nos fuimos turnando, con la coordinación de Sergio Guinot, de Divalentis. Entre tanto, más gente iba llegando y nos firmamos mutuamente nuestros ejemplares, charlamos un buen rato...
La foto es de mi cámara, la hizo un amable comprador ^^
Para cuando llegó mi turno y el de Jessica Lozano ya estaba agotadita perdida (llevaba encima mis panfletos, mis marcapáginas, el libro del metro, Show, uno de cada de los míos y, por supuesto, 150 rosas) pero me lo pasé muy bien. Fue un tanto agobiante, no paramos de firmar y a veces nos daban los libros de tres en tres, así que no sabíamos muy bien cuál era de quién. De hecho, me confundí con un nombre (qué palo) pero lo arreglé (algo chapuceramente) en seguida. Pero vamos, que ojalá se acerquen (y a poder ser compren, aunque tampoco pido tanto) a mi firma (este miércoles, 18:30-20:30, caseta 87, Kirikú y la bruja) la mitad de la mitad de la gente que en esos locos veinte minutos.
Luego salimos de la caseta y seguimos charlando, hasta que a eso de las 21:15 decidí marcharme (me moría de hambre y estaba un poquillo cansada), perdiéndome la foto de grupo final.
Por cierto, repito que me toca volver a vivir la experiencia este miércoles 12, pero en solitario. ¡Espero que os paséis a saludar si podéis!

lunes, 3 de junio de 2013

sábado, 1 de junio de 2013

El efecto IKEA... o por qué soy tan caótica con mis relatos

El otro día me dio por mirar mis documentos para programar entradas de este blog y meter algunos relatos. Aquí, como sabéis, aparte de relatos inéditos, cuelgo los que presenté a diversos concursos. La cuestión es que he llegado a un punto ¡en que no sé ni qué tengo escrito, ni qué he publicado aquí ni qué he mandado a concursos! Lo que es más, no tengo ni idea de si los que he mandado se han fallado, si puedo reutilizarlos... Incluso cuando me publican algo en una antología, ni me acuerdo de qué era lo que había mandado (cosa que, por cierto, me ocurrió con Historias del dragón). Esto llega a un punto en que tengo como más de dos centenares y medio de relatos (sí, escribo mucho...) en lo que yo denomino El limbo: olvidados y, si me topo con ellos, dudo a la hora de publicarlos aquí por si acaso eran de algún concurso...
Intenté paliar este problema con una base de datos hace tiempo. Título, número de palabras, género, si lo había mandado, dónde, si lo había publicado aquí... Pero, cuando formateé el ordenador y me decidí por openoffice en vez de un word pirateado, todas mis bases de datos se fueron al traste. Y no me veo con fuerzas para empezar de nuevo.
Sin embargo, hay otra cara de la moneda: con mis novelas soy más cuidadosa. Las conozco casi al dedillo, recuerdo hasta qué estaba haciendo mientras las escribía... y les hago seguimiento. E incluso así, valoro más las que escribí durante más tiempo y las que requirieron más atención. Otra excepción son mis relatos eróticos o los relatos más largos (de unas 10 páginas). ¿Por qué pasa esto? Pues bien, aunque suene a coña, en la economía conductual esto tiene un nombre: efecto IKEA.
¿Qué es el efecto IKEA? Es un efecto, estudiado y demostrado científicamente, que básicamente consiste en que valoramos más lo que más trabajo nos lleva. Lo cual me viene al dedillo para explicar mi propio comportamiento con mis relatos cortos porque, teniendo tantos (cuando mi base de datos aún estaba operativa había ya más de 350 y eso fue hace unos años) ¿cómo voy a valorarlos en su justa medida, especialmente cuando me lleva tan poco tiempo escribirlos? Estamos hablando de que un micro lo termino en cinco minutos. Que un relato de longitud media me lleva menos de una mañana. Así que los hago, me lo paso bien, los reviso un poquito y... a otra cosa.
Por supuesto, con relatos eróticos es otra cosa. Me cuestan. Los reviso cien veces para que no parezcan porno y sean elegantes. Así que los valoro más, porque me han costado un mayor esfuerzo. Y lo mismo pasa con los relatos más largos: me tiro más tiempo y los recuerdo casi todos. No es de extrañar que con mis novelas sea tan... detallista. Las mimo mucho, las reviso. He invertido demasiado tiempo como para no hacerlo. Incluso cuando ya están publicadas sigo revisándolas de vez en cuando. Vamos, efecto IKEA total.

¿Y vosotros? ¿Sufrís el efecto IKEA? ¿Tenéis relatos que no sabéis muy bien qué habéis hecho con ellos? ¿Valoráis más vuestros escritos más largos y los que más os han costado?