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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

sábado, 17 de junio de 2017

Curiosidades de mis libros con Mary Martín

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lunes, 12 de junio de 2017

Cómo fue el picnic de Cotorras lectoras y la firma del banco

bolsa
El sábado pasado, como todos los años, me pasé por el picnic de Cotorras lectoras. Esta vez, además de lectores y escritores, hablaban los blogueros y el formato era de preguntas en general, así que intervine varias veces en función de cada tema, bien como bloguera, bien como escritora, bien como lectora. 
También, durante la comida y después, firmé unos cuantos libros y pude charlar con varias lectoras tanto de mis novelas como de literatura en general, así que quedé muy satisfecha. 
Para el sorteo, por cierto, doné un par de ejemplares de Viajera interdimensional (de los únicos que tenía stock) y la bolsa para libros artesanal y personalizada que veis a la izquierda. La hice con un trozo de tela de algodón blanca, hilo rosa y papel transfer, ¿a que mola?

Déborah F. Muñoz, Inés Díaz Arriero y Eva Ruiz Gómez.
Foto robada a Ester FG
Luego hicimos otra vez lo del banco. Como sabéis, en reacción a la prohibición de los autopublicados en la Feria del libro de Madrid, decidí pasar de las casetas y firmar en los bancos de detrás, invitando a otros escritores a hacer lo mismo. Así nació Para eso están los bancos. El sábado 3 firmé con Emma Gigán y este con Inés Díaz Arriero y Eva Ruiz Gómez.
Como había estado antes el picnic y me había hartado a firmar (por cierto, ¡se me olvidó el bolígrafo!) durante la firma "oficial" no firmé ninguno. Tampoco se acercó (ni se pasó) mucha gente (hacía demasiado calor...), pero bueno, estuvimos hablando en buena compañía (y a la sombra), así que fue divertido.

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domingo, 4 de junio de 2017

Cómo fue la firma del banco (3-6) + anuncio

la maleta-cartel con todos mis libros y los de emma
Como sabéis, en reacción a la prohibición de los autopublicados en la Feria del libro de Madrid, decidí pasar de las casetas y firmar en los bancos de detrás, invitando a otros escritores a hacer lo mismo. Así nació Para eso están los bancos.
Este sábado firmamos Emma Gigán y yo a las 13:00 y, la verdad, fue una experiencia mucho más divertida (y mucho menos solemne) que la de estar en caseta: te puedes mover, no te sientes obligada a vender (cosa que resulta secundaria, ya que la mayor parte de la gente va con presupuesto cerrado) y puedes charlar de lo que te venga en gana sin malas caras ni sentir que estás molestando. La logística tampoco fue muy complicada: pusimos la maleta con sus respectivos carteles sobre el banco y los libros de Emma encima para que se vieran todos. 
Lo malo fue que la caseta de Alfaomega (239) estaba en la otra punta y, cuando me quedé sin ejemplares de Amigos o algo más, no pude acercarme a por ellos en una carrera. Aunque hubiera dado igual porque, cuando fui, me dijeron que se les habían agotado los libros y que volviera por la tarde, que los iban a reponer.
No obstante, si queréis haceros con un ejemplar no os preocupéis, por la tarde me hice con ellos y me aseguré de que tenían stock.

Por cierto, si te perdiste esta firma, ¡no olvides que el próximo sábado volvemos! (a las 18 en el banco tras la 285 estaremos Inés Díaz Arriero, Eva Ruiz Gómez y yo)

Por cierto, aprovecho la entrada para anunciaros que Viajera interdimensional está nominada a los premios infinitos: podéis votar por ella en este enlace.

jueves, 1 de junio de 2017

Un vástago ñañoso y pusilánime: relato breve

Esta vez decidí aumentar el nivel de dificultad y hacer un relato corto con tres palabras olvidadas en vez de una. Elegí: Ñañoso (Que es temeroso, indeciso e inseguro), Pusilánime (Dicho de una persona falta de ánimo y valor para tomar decisiones o afrontar situaciones comprometidas), Vástago (Persona descendiente de otra)

Un vástago ñañoso y pusilánime

palabras olvidadas ñañoso, pusilánime y vástago
Palabras olvidadas diseñadas por @amanero, @ananas y @brunospagnuolo.
No podía soportar que su vástago fuera tan ñañoso y pusilánime, así que hizo todo lo posible por endurecerle: desde molerle a palos hasta intentar llevárselo de putas. Pero nada, el chico seguía siendo inseguro y tuvo que recurrir a su última opción: mandarle a la escuela militar. Desde el primer momento supo que su hijo odiaba estar allí, pero se mantuvo firme y le obligó a quedarse incluso en las vacaciones.
Cuando salió, era ya todo un hombre y se sintió orgulloso: todos los planes que había hecho para ellos se podían hacer realidad. No había caído en que la confianza que había ganado su hijo en la escuela militar le iba a dar fuerzas para sacar a la luz todo su odio. Así pues, el día en que cumplió la mayoría de edad, le ofreció formar parte del negocio familiar, convencido de que aceptaría agradecido, solo para obtener una mirada de desprecio y un «ni por todo el oro del mundo». Luego, el joven subió a su cuarto, cogió la maleta que había preparado el día anterior y abandonó el lugar donde había sufrido tanta tiranía para no volver. 
Tuvo largo tiempo para arrepentirse de no haberle aceptado como era, pues su hijo no volvió nunca más, ni siquiera cuando cayó gravemente enfermo. Una vez, mientras caminaba con esfuerzo camino del médico, creyó reconocerle en la figura de un padre que revolvía con cariño el pelo de su hijo, clavado a él cuando era pequeño. No obstante, su lentitud y su incapacidad de gritar sin ahogarse por la tos hicieron que perdiera de vista esa visión. Supo entonces que tenía que pedirle perdón pero, aunque le buscó sin descanso, nunca pudo encontrarle y murió sin poder descargarse del peso de sus errores.

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