Igual que Meteora me sorprendió en el viaje a Grecia, la Capadocia me ha sorprendido muy gratamente en Turquía, aunque no esperaba gran cosa. Son formaciones rocosas muy extrañas formadas por la lava arrojada por los volcanes Erciyes y Hasan hace 3 millones de años. En ese entorno, la gente excavaba cuevas para vivir.
Actualmente, por supuesto, ya nadie vive en ellas y son todas tiendas o restaurantes, además, han construido pueblos a su alrededor que afean un poco el paisaje, pero aún así es espectacular.
Empezamos el día yendo a un mirador en la terraza de una tienda de souvenirs. Luego, fuimos a uno de los pueblos más típicos, el pueblo troglodita de Uçhisar, y lo vimos desde abajo del todo y subiendo hasta arriba en el autobús. Hubo tiempo libre y es casi un milagro que siga entera, porque hay que hacer un poco la cabra para llegar a ciertos sitios, y yo no me arriesgué demasiado, pero más de una vez me temí acabar en el suelo.
Ciudad subterránea
Luego, visitamos una ciudad subterránea creada por los cristianos para refugiarse de los que amenazaban su religión. Hay varias en la zona, pero el guía no nos precisó a cuál nos estaba llevando. Era muy chula, pero intuyo que era la más barata y cutre porque he visto fotos de las dos más importantes y no era ninguna de ellas. En fin. A pesar del rateo del guía, la que vimos tiene varios pisos y pasillos muy angostos (no apto para claustrofóbicos), con dependencias separadas para establos, habitaciones, cocina… simplemente espectacular.
Acabamos la mañana en una aburrida visita a una joyería en la que una de las empleadas me persiguió literalmente por toda la tienda. Será que tengo pinta de criminal.
Valle de Göreme
Después fuimos a comer y retomamos la ruta para ir a los monasterios y capillas del valle de Göreme. Nuestro guía nos explicó detalladamente las más destacadas (hay una muy curiosa con una mujer con barba, y varias con frescos en las paredes bastante interesantes), pero tuvimos tiempo libre para verlo todo.
Acabamos el día visitando el pueblo de al lado del hotel, Avanos, famoso por su cerámica, pero sin nada que destacar salvo un puente colgante que se agita como un barco en medio de una tempestad, que era la única forma de atravesar el río.
En globo sobre la Capadocia
Al día siguiente, el madrugón fue criminal (solo superado por el día que fuimos a Abu Simbel en Egipto, pero venía una carísima (pero que merece la pena) excursión opcional que es imprescindible si visitas Capadocia: el vuelo en globo.
Primero nos dieron un pequeño desayuno para coger fuerzas y después salimos de la furgoneta para ver cómo se hinchan los globos. Cuando ya estuvo el nuestro, subimos a la cesta y nuestra piloto dio las instrucciones por si el aterrizaje era un poco brusco (al final no solo no lo fue, como en Segovia, que volcó la cesta y todo, sino que tenía tanta pericia que aterrizó en el remolque de la furgoneta).
Luego despegamos y empezó la magia. Hay decenas de globos en el cielo, el paisaje es de cuento y el amanecer le da un toque aún más especial. Una experiencia maravillosa.
Además, subimos muy alto y también nos bajaron casi a ras del suelo en alguno de los valles, pudiendo ver todas las formaciones rocosas de la zona.
Al finalizar, brindamos con la especie de zumo de frutas y nos fuimos al hotel a desayunar de verdad. Luego partimos de Capadocia, rumbo a otros lugares que comentaré en próximas entradas...
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