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miércoles, 10 de enero de 2024

Relato: El portal

portada del relato El portal
El planeta Tierra ya no podía crecer más. Hacía siglos que había llegado al límite natural, e incluso el impulso que podía darle la tecnología a los recursos se había estancado. Simplemente no había más materias primas. El espacio era una oportunidad, pero los viajes eran lentos y los beneficios no resultaban inmediatos. 
Entonces descubrieron la ciencia de los portales, cómo abrirlos y aprovechar algunos resquicios existentes para acceder a los valiosos recursos de otros mundos. El problema era que abrir esos portales requería muchísima energía y el planeta ya no podía generar más.
Todo cambió cuando un portal se abrió cerca de una de las burbujas. No era por iniciativa de las cientos de empresas que colaboraban para crear nuevos accesos a otros mundos, sino que alguien de otro mundo, por casualidad, les abrió la puerta. El problema era que ese otro planeta estaba formado de antimateria y el choque cuando se abrió la puerta estuvo a punto de llevarse ambos mundos por delante. De la burbuja cercana, de hecho, no quedó ni rastro.
Y sin embargo... Sin embargo toda esa energía era muy golosa. El resquicio que había dejado el portal generaba un flujo inmenso y constante, capaz de eliminar por completo la crisis energética y de permitirles abrir otros portales seguros a mundos repletos de recursos. Una nueva era de prosperidad había llegado. Si es que conseguían mantener el resquicio abierto.
De inmediato, todos los científicos más brillantes de las empresas del planeta se pusieron a trabajar en el problema. Pero para mantener el resquicio abierto necesitaban la colaboración del otro lado del portal. Por suerte, el choque de plano y antiplano había generado un nuevo tipo de materia metálica que parecía conectar ambos mundos, y el grupo de magos que había abierto por error el portal en el antiplano había conservado ese metal como reliquia, ya que era capaz de almacenar energía e información.
Los terrícolas solo tuvieron que averiguar cómo utilizar esa conexión para hablarles y hacerles creer que eran dioses. Una vez convencidos esos poderosos magos, y extraída toda la información posible de esos ingenuos, se encargaron de que se distribuyera esa materia como amuletos sacerdotales de un nuevo culto entre la gente poderosa de ese mundo. Cuanta más gente recibía el amuleto, más conexiones se generaban y más lentamente se cerraba el resquicio, así que colaboraron con los magos-sacerdotes para imbuir de poderes condicionados esos amuletos, para que la tentación de ser sacerdote fuera grande.
Aun así, no era suficiente. Necesitaban conexiones más fuertes y también que alguien protegiera el portal para que su energía solo la aprovecharan desde su lado. Convencieron, pues, a los magos-sacerdotes de que tenían que aislar el territorio donde estaba el portal y crear una serie de custodios mágicos, vivos, con cierta inteligencia pero programados, y por cuya sangre fluyera el material que unía ambos mundos. Fue el mayor éxito de ingeniería genética y tecnología de la historia. Pena que no pudieran ver el resultado en vivo, que tuvieran que depender de las descripciones de sus magos-sacerdotes sobre los dragones, unicornios y pegasos que habían creado.
Pero aun así, tarde o temprano, el portal empezaría a cerrarse. Y fue entonces cuando surgió el conflicto entre los terrícolas. La mayoría quería reabrirlo y cerrarlo de inmediato para volver a la situación de inicio. Otros, liderados por una potente empresa llamada Imhaolum, querían abrirlo por completo y, con equipos especiales, internarse en ese nuevo mundo para crear una conexión más profunda que les ofreciera una fuente de energía nunca vista. 
Ganó la primera opción porque eran más y temían que la propuesta de Imhaolum pudiera destruir ambos mundos. Pero estos no iban a darse por vencidos y amenazaron con llevar a cabo su propuesta igualmente. Así pues, se prepararon para evitar, tanto en su mundo como en el antiplano, que eso ocurriera. Por suerte, la tecnología para abrir portales a antiplanos estaba fuera de su alcance, y ellos no podían hacer magia, así que ese portal era la única opción que tenían para llevar a cabo sus planes.
Casi acabó en catástrofe porque Imhaolum superó sus barreras en el último momento con varios robots de alta tecnología, pero los consiguieron detener y dejaron abierto un resquicio estable que duraría varios años. 
Atados todos los cabos, y con nuevas conexiones entre los dos mundos en marcha, por fin pudieron centrarse en lo importante: aprovechar toda esa energía abriendo portales a planetas seguros.
En el otro mundo, por supuesto, todo siguió evolucionando. La religión creció, las criaturas mágicas se volvieron más autónomas. Pero las IAs que habían puesto a supervisarlo todo no detectaban ninguna amenaza en esta evolución natural y las empresas implicadas se desentendieron del tema. Abrir portales a otros mundos tenía otros problemas que solucionar, e incluso fueron invadidos por los habitantes de uno de los mundos que habían destruido en busca de nuevas materias primas. 
Con ese panorama, casi nadie prestó atención al antiplano hasta que el resquicio empezó a dar señales de estar en las últimas. Pusieron en marcha su plan y, aunque la sacerdotisa escogida para reabrir el portal era reacia a acatar órdenes, la magia del amuleto que portaba la obligaba a hacerlo. Lo dispusieron todo para que Imhaolum no volviera a hacer de las suyas y prepararon las barreras de contención a la espera de que llegara el día en que se reabriera el portal. No obstante, por alguna razón que desconocían, cuando llegó el gran día, el portal no se reabrió. Lo que era peor: el resquicio empezó a cerrarse de forma artificial desde el otro lado.
Entraron en pánico, pero no pudieron hacer nada para evitarlo. Solo cuando investigaron a fondo todos sus datos se dieron cuenta de su exceso de confianza, pero ya era demasiado tarde. Acababa de empezar una nueva crisis energética y de recursos y no tenían ninguna conexión con el otro lado para conseguir que alguien les ayudara a crear un nuevo portal. Así pues, tenían que centrarse en lo importante: controlar al máximo los escasos recursos disponibles, aun a costa de las otras empresas. Una nueva guerra estaba en ciernes.
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