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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

martes, 24 de junio de 2025

Relato: Hay otros dioses

Hoy hice una nueva tirada de cartas Fatum con mi nuevo mazo y esto es el significado de lo que salió: El protagonista es un soldado entusiasta que fue humillado en un rascacielos durante un ritual. Su aliado es un camarero ambicioso y su enemigo un periodista tóxico. Su objetivo final es ser bendecido.
 

Hay otros dioses 

Cartas que inspiraron los personajes del relato
-Periodista cretino entrando al local -le susurró Kosdam a Kyo-. Puedes esconderte en el almacén antes de que te vea. 
Kyo no se lo pensó dos veces: agarró su botella y se escabulló. Luego, escondida entre las cajas de alcohol polvorientas, se acabó su bebida y empezó con las demás que tenía a mano. 
El acoso de Hadek no iba a terminar nunca. El entusiasmo de Kyo por entrar en la ATA, la secta de soldados bendecida por los sacerdotes que luchaba contra la gente mágica, había hecho que pasara por alto algunas señales de alarma. Simplemente había pensado que ser la mejor soldado sería suficiente para entrar.
Por ello, había aceptado subir al rascacielos y someterse a todo tipo de novatadas convencida de que, justo al final, se consolidaría su ritual de entrada en la secta. Por desgracia, no eran novatadas dentro de un ritual, sino una humillación sin sentido, retransmitida en directo a todo el mundo. 
El programa que había destrozado su reputación y le había hecho perder su trabajo había también encumbrado a Hadek, que ahora quería rematar la jugada. No paraba de seguir sus pasos para mostrar la vida de esa perdedora que había pretendido formar parte de la élite.
El periodista no se fue hasta que cerraron el bar, momento en que Kosdam abrió la puerta del almacén para indicarle que tenía vía libre. Se la encontró hecha un guiñapo en el suelo, rodeada de botellas vacías.
-Mierda -dijo el camarero, y se acercó para ayudarla a levantarse.
-Yo solo quería ser bendecida... -se quejó ella con un hipido.
-¿Para qué?
-Yo que sé -desvarió ella, no tan borracha como le gustaría-. Para hacer algo bueno con mi vida. Para formar parte de algo. Para sentir que tengo a un dios de mi parte.
-Bueno -dijo Kosdam, mientras la sacaba del almacén y la sentaba en un taburete-. Dudo que los de la ATA hagan algo bueno. Forman parte de algo, sí, pero habría que preguntarse a qué fines sirven en realidad y si es verdad que son bendecidos.
-¿Tú también eres de esos que dudan de Dios?
-No tanto de Dios como de los sacerdotes que dicen servirle. -Kosdam se encogió de hombros e hizo una mueca de desprecio, luego, siguió limpiando las partes más delicadas del bar, aquellas de las que no podían encargarse los robots-. Pregonan amor y perdón, pero son despiadados y egoístas. Hablan de igualdad, pero son una élite cerrada con privilegios. No reciben ningún poder, ¿cómo van a recibirlo, si son todo lo contrario al ideal que pregonan?
-Ahí le has dado -asintió Kyo, y eso le indicó que la soldado estaba abierta a escuchar sus argumentos.
-No sé dónde está el Dios de nuestro mundo, pero desde luego no llegaremos hasta él con lo que nos están contando esos tiranos. Pero... Pero hay otros dioses, ¿sabes? Y todos ellos bendicen a los suyos. Los bendicen de verdad, con magia real. Y les da igual que vengan de otro mundo o que sean de este. Solo les piden a cambio que defiendan su causa, una causa justa. Proteger a su gente.
-Ojalá pudiera llegar hasta ellos -suspiró Kyo. El alcohol empezaba a amodorrarla y recostó en la barra.
-¿Qué te lo impide? No tienes trabajo y tu vida aquí es un asco. Solo tienes que marcharte, hay maneras de hacerlo.
Pero Kyo se había quedado dormida y Kosdam dio la oportunidad por perdida. Cuando acabó de limpiar, la tomó en brazos y la sacó a escondidas del local, no fuera que el periodista siguiera al acecho. Como no sabía dónde vivía ella ahora, la llevó hasta su minúscula casa y la tumbó en el sofá antes de irse a la cama.
Al despertarse, ella seguía durmiendo la mona, pero el sonido en la cocina y, sobre todo, el olor del desayuno acabó por despertarla. Kosdam se limitó a darle los buenos días, sin hacer mención a lo ocurrido la noche anterior, pero para su sorpresa ella lo recordaba todo.
-Dijiste que hay maneras de marcharse. ¿Tú conoces alguna? Salir es el primer paso, llegar hasta ellos será más complicado, pero...
-Puedo presentarte a unos amigos -la interrumpió Kosdam con una sonrisa.
***
Un par de días después, Kyo se dirigió a los barrios bajos, donde entró en la casa que le había indicado Kosdam. Esa casa tenía una puerta secreta que conducía a un largo túnel. Al final de este, había un montón de cajas de contrabando y una puerta cerrada. No tenía muy claro qué hacer a continuación, pero la puerta no tardó en abrirse y un semielfo y una humana con ropas tácticas, acompañados por un humano que tenía toda la pinta de ser un sacerdote, a pesar de ir armado, hicieron su aparición y le hicieron señas para que les siguiera en silencio. 
A una orden del sacerdote, cuando traspasó el umbral, la puerta desapareció como si nunca hubiera existido, y una luz homogénea que parecía venir de ninguna parte les acompañó todo el camino hasta el exterior. 
Por primera vez, Kyo pudo ver la burbuja en la que había vivido toda su vida desde fuera. La impresión fue tan grande que tardó en percatarse del enano y del elfo de aspecto siniestro que les hacían señas para que entraran en un furgón de apariencia destartalada.
Una vez dentro, todos parecieron dar un suspiro al unísono y, tras utilizar un comunicador para confirmar que todo había ido bien, el sacerdote humano se volvió hacia la fugitiva con una sonrisa:
-Kyo, ¿verdad? Yo soy Amanecer, y estos son Kati, Ares, Roca y Sombra -dijo señalando a la humana, el semielfo, el enano y el elfo-. Kosdam me ha dicho que estás interesada en los dioses y en sus bendiciones. No tengo muy claro que el mío sea el que más te conviene, así que te hablaré un poco por encima de todos ellos y responderé a todas tus preguntas para que tomes las decisiones que vayan más contigo.
Kyo sonrió y le pidió que empezara. La calma y el poder que transmitía Amanecer era justo lo que había aspirado a conseguir entrando en el ATA; algo le decía que no le costaría adaptarse a su nueva vida y a esos nuevos dioses. 
Mientras, dentro de la burbuja, Kosdam recibía una generosa transferencia de créditos. Estaba en la posición perfecta para ser ojos y oídos de la gente mágica, así como para ejercer de reclutador cuando daba con el perfil adecuado. Era un riesgo, pero la recompensa era salir de esa pocilga. Cada transferencia le acercaba un poco más a su ambición de tener su propio bar, lo que le abriría más puertas para conseguir acceso a mejores secretos y a más dinero. Pronto, si no le pillaban, sería un hombre muy rico.
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