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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

sábado, 7 de marzo de 2009

El juego (parte 3)

Toda la nobleza asistía a los juegos funerales de Speau de la casa Unmerko. Eran unos funerales de gran esplendor, casi tanto como los de un rey, debido a la gran riqueza de su familia, pero no era por el esplendor por lo que los nobles asistían, sino por puro morbo. El rumor de las extrañas circunstancias en que éste había muerto se había propagado con rapidez. Nadie estaba seguro de qué había ocurrido exactamente, pero había una versión muy extendida entre la multitud de curiosos.

Se decía que la noche anterior a la muerte del noble, un heroico cortesano de bajo rango que había sospechado de que Speau deseaba acabar con la vida del rey, aunque no estaba seguro, había conducido a la guardia hasta un callejón oscuro en el cual habían encontrado a Speau negociando con un asesino.

Finalmente, al parecer, no se había demostrado ninguna cosa al alegar Speau que el asesino le había acorralado en el callejón cuando se dirigía a un sitio y él negociaba por su vida. A dónde podía ir un hombre como Speau en esa parte de la ciudad, la peor de los bajos fondos, nadie lo sabía con certeza, aunque todos los narradores preferían especular con que se dirigía a algún local de juego o de mujeres alegres para dar mayor interés a los oyentes.

El caso fue que, en vista de la falta de pruebas, se detuvo al asesino y Speau decidió de pronto que prefería irse a casa cuando algunos de los guardias se ofrecieron a escoltarle hasta su destino por su seguridad. Llegados a este punto, todos repetían los rumores sobre el trato que tenía la casa Unmerko con corsarios desde que se borró del mapa a la casa Velhame.

La siguiente parte de la historia era la más extraña. El asesino que habían detenido había escapado de la prisión de máxima seguridad en que le habían encerrado con el fin de interrogarle a fondo sobre el asunto, aunque era prácticamente imposible escapar de ella. A la mañana siguiente, Speau había aparecido muerto en sus habitaciones, a pesar de que ninguno de los guardianes había vislumbrado nada inusual y ni siquiera se habían oído ruidos procedentes de su habitación.

El asesino se había ensañado tanto que el cadáver estaba casi irreconocible, tanto que se había decidido mantenerlo oculto a la vista durante el funeral, contrariamente a la tradición. Se decía que había sido en venganza por la traición de Speau cuando afirmó que no tenía relación con él y que sólo negociaba por su vida.

Horas después de que se descubriera el asesinato, el presunto asesino había aparecido flotando boca abajo en los muelles atado de manos y pies, y la guardia sospechaba que lo habían matado los de su propio gremio, probablemente por cometer un asesinato sin retribución económica o porque sabían que se le iba a buscar y no querían arriesgarse. Nadie lo sabría nunca, debido a que el misterioso gremio de asesinos tenía un estricto código de reglas secreto que cumplían siempre.

Lo que estaba claro era que había empezado el principio del fin de la casa Unmerko. Estúpido, libertino y vicioso, Speau sólo había destacado en los negocios, en los cuales era un auténtico genio. Por lo tanto, había dejado una considerable fortuna, pero su negativa a casarse hasta hacía poco tiempo le había dejado con ningún heredero legítimo y muchos bastardos, algunos reconocidos, otros no. Muerto ahora, tanto los bastardos reconocidos como sus legítimos familiares lejanos se peleaban por lograr tanto el liderazgo de su casa como su considerable fortuna.

Casob de la casa Moskley, nuevo Mano Derecha, sonreía con satisfacción al pensar en ello. Sólo tenía un adversario.

****

Meses después, la sonrisa de satisfacción de Casob había quedado bien atrás. El rey, en su ánimo por beneficiar al pueblo llano, cosa que seguramente había inspirado la reina Cont, estaba perjudicando con sus leyes igualitarias a la propia nobleza. Con tan pocas casas poderosas en el poder, apenas encontraba oposición en estas reformas, pues la pequeña nobleza no se atrevía a aliarse en contra del rey. El rey era intocable. Además, la casa Powem, la única aparte de la suya con suficiente relevancia, se mantenía al margen. Realmente, más bien parecía que apoyaban sus medidas.

Por otra parte, además Raming de la casa Powem seguía en su puesto de Segundo Consejero. Y el rey se tomaba muy en serio ese cargo. Tanto, que prescindía completamente de los consejos de Casob, que era, por su cargo, superior a Raming.

Ahora pretendía la igualdad impositiva, e iba camino de aprobar la ley. Eso daría problemas a la economía de su casa.

Debido a todo esto, se encontraba en una situación delicada, y su posición de Mano Derecha, sin poder político, no le permitía más que intentar hacer entrar en razón a su monarca de la forma más diplomática posible, cosa difícil debido a que quienes tenían el poder para manipularle eran la reina Cont y el primer consejero Raming. Así pues, solamente tenía una opción. Debía acabar con ellos antes de que se desmoronara por completo el Juego. Iría primero a por la reina Cont. Nadie esperaba un atentado contra ella, y probablemente, el que mayor protección tendría sería Raming.

****

-Mi señor, el rey os reclama urgentemente –gritó un escudero que aporreaba su puerta en medio de la noche. Levantándose de la cama con rapidez, se vistió lo más raudo posible mientras el joven escudero seguía llamándole y urgiéndole para que se vistiera lo más aprisa posible.

-¿Qué demonios ocurre, muchacho, para tanta insistencia? –preguntó enfadado abriendo bruscamente la puerta de sus aposentos para salir de ellos -¡Más te vale que sea algo grave, escudero, o acabarás limpiando los establos como un mozo de cuadra corriente!

-La reina ha muerto, mi señor. –dijo el escudero intimidado y temeroso de que la Mano Derecha cumpliera su amenaza -Nada más enterarse de la noticia, el rey os ha mandado llamar a vos y al consejero Raming con la máxima urgencia posible.

La expresión de Casob sólo le traicionó un instante, pero fue lo bastante como para que el muchacho le pudiera haber visto. No obstante, estaba tan trastornado con la noticia de la muerte de su reina que no prestaba ninguna atención. Obligándose a poner una expresión de desconcierto en su cara, entró en el salón del trono.

Raming había llegado ya, y hablaba con el rey, que tenía una expresión de dolor y lágrimas en los ojos, en susurros. Despidiendo al escudero con un gesto, avanzó hacia ellos.

-Mi señor, he venido en cuanto he podido –dijo con su voz más aduladora.

-La reina ha sido asesinada esta misma noche –dijo Raming solemnemente. En él también Casob podía apreciar un dolor profundo por la muerte de la reina, pero lo que se apreciaba más claramente en sus ojos era el terror. Sabía que el próximo sería él.

–Ésto puede suponer una grave crisis en el reino. Es posible que algún país vecino desee invadirnos, pues ya hemos descartado el que algún noble haya cometido este acto –dijo el rey. La expresión de Raming le decía que él no había descartado a un noble, más concretamente, no le había descartado a él. Pero, por suerte, el rey estaba cegado y creía realmente que su Mano Derecha no le había traicionado. Era lógica esa confianza, y eso ya lo había previsto. Raming no podría tomar medidas contra él si el rey no lo deseaba.

-Esto ha de ser investigado. Hasta entonces, es conveniente mantener el secreto, pues debemos evitar que el culpable esté sobre aviso. –dijo Raming

-¿Qué creéis vos, Casob? –preguntó el rey –Deseo dar a mi reina los mejores funerales cuanto antes, pero Raming insiste en que es mejor que no se corra la voz.

-Soy de la misma opinión que el Segundo Consejero, mi señor. Si mantenemos el secreto, habrá mayor margen de éxito –respondió Casob, disimulando su contento. Raming de la casa Powem era tan estúpido como sospechaba. Si se mantenía el secreto, no tenía posibilidad alguna de aumentar la seguridad sobre su persona, pues levantaría sospechas.

Pasaron horas discutiendo lo que había que hacer. Cuando por fin se acabó la reunión, tras obligar a los escuderos que les habían mandado llamar y a todos los conocedores de la noticia a jurar su silencio, Casob se marchó a sus aposentos, donde esperó un rato antes de salir y dirigirse a los bajos fondos con su mayor sonrisa de triunfo en su cara.

****

La habitación de taberna donde debía encontrarse con el asesino que contrató para matar a la reina era asquerosa y poco confortable. Procurando no tocar nada, esperó con impaciencia hasta que éste llegó.

-Llegas tarde, asesino. Que no se vuelva a repetir.

-Lo siento mucho, mi señor, pero hay ciertas cosas en marcha desde que acabé el trabajo que me encomendasteis.

-La noticia de la muerte de la reina no se propagará por un tiempo. Deseo que, entre tanto, acabes también con la vida de Raming de la casa Powem.

-¡Imposible! La seguridad ahora aumentará aunque se oculte todo.

-¡No te atrevas a negarte! ¡Envenena su comida, mátale mientras duermes, lo que sea pero hazlo!

-Mi precio será mucho más alto de lo habitual.

-Tengo acceso al tesoro real. No hay nada que no pueda pagar.

-En eso te equivocas, Mano Derecha. Nada hay que puedas pagar. Ni siquiera tu vida –dijo una voz conocida a su espalda, antes de que alguien le noqueara desde detrás.

viernes, 27 de febrero de 2009

El juego (parte 2)

Las sombras envolvían un callejón de Capital, en el cual esperaba un noble. Finalmente, apareció el hombre con el que se había citado, tapado por una capa larga y ocultando el rostro bajo un sombrero de ala ancha.

-Extrañas circunstancias en las que nos encontramos, para que un Powem cite a un Moskley para negociar algo –dijo éste con voz intrigada.

-Alianzas más extrañas aun están en marcha, y tenemos un negocio entre manos que puede beneficiar ambas casas.

-Me intrigas, mi noble amigo, por favor, continua. Cualquier posible beneficio es digno de ser estudiado.

-La casa Velhame tiene interés en rodear a la casa Moskley para atacarla por ambos flancos y para ello se ha fijado en nuestra casa, en busca de una alianza contra la vuestra.

-¿Y qué os lleva, pues, a querer negociar con nosotros?

-Sus condiciones no nos favorecen todo cuanto deberían, y no desean ceder. No obstante, nos favorecería mucho una alianza con la casa Moskley, tanto por cercanía como por la posibilidad de librarnos de un rival en el Juego.

-Continúa.

-Al parecer, para llevar a cabo su plan, necesitan llevar a la mitad de sus mercenarios hasta nuestra área de influencia. No nos agrada la idea de que infesten nuestras tierras de esa clase de gente, con la que no tenemos ni queremos tener trato. Para que sus hombres pasen a nuestro territorio, además, deberán hacerlo por vuestras tierras a escondidas y de noche… y ahí es donde entráis vosotros.

-Comprendo. ¿Sugieres, pues, una emboscada? ¿Qué ganaría la casa Powem con esto?

-No solamente librar nuestras tierras de una plaga de mercenarios pagados por los Velhame. Tres de nuestros hombres se han infiltrado en ese ejército de mercenarios. Serán fácilmente reconocibles por su vestimenta. Si estáis dispuestos, proponemos lo siguiente: debéis matar a todos y dejar con vida solamente a nuestros hombres, que están dispuestos a dejarse capturar y ser llevados ante nuestro familiar, el rey. Cuando sean interrogados, están dispuestos a declarar que son miembros del ejército de los Velhame, mandados por el hijo de la Mano Derecha, Spirf. Además, dejarán el aire la sospecha de que también está implicado Tonegr. Eso es motivo más que de sobra para que se forme un Tribunal, que investigará las intrigas que está llevando a cabo nuestra Mano Derecha. En menos de una semana, la guardia real prenderá a Tonegr, porque está claro que, a pesar de la prohibición de que el Mano Derecha siga llevando los asuntos de su familia, Tonegr sigue haciéndolo. Sólo se necesitan sospechas sólidas para abrir el Tribunal, y esas las proporcionarán los soldados que capturaréis.

-No puedo aceptar vuestras condiciones sin consultar con los que están por encima de mí, pero os aseguro de que hay muchas posibilidades de que esta alianza vea la luz… y de sus frutos -dijo el hombre, tras lo cual se dio la vuelta y se perdió entre las sombras.

****

Un mes después, una multitud se agolpaba en la plaza mayor de Capital. Las ejecuciones de altos mandatarios no eran comunes, y mucho menos las de un Mano Derecha. La grada que habían dispuesto para los nobles también estaba a rebosar. Sólo faltaban los miembros de la familia Velhame, por razones obvias. La conspiración de los Moskley y los Powem había supuesto un durísimo golpe para la familia, un golpe que les había sacado completamente del Juego en medio de la más absoluta vergüenza y deshonor, del que tardarían años en recuperarse.

La multitud se sumergió en un respetuoso silencio cuando el cortejo real hizo su entrada. Los tres primeros, por supuesto, eran el propio rey; su bella reina, Cont, una mujer de la que no se sabía nada porque al parecer ni siquiera era noble; y Speau de la casa Unmerko, su nueva Mano Derecha. El rostro del rey era una máscara pétrea. Por el contrario, el rostro de su nuevo heredero, aunque pretendía disimularlo, reflejaba su contento y se pavoneaba triunfal mientras avanzaban. Sólo un paso detrás de él, se encontraba Raming de la casa Powem, que seguía ostentando el puesto de Segundo Consejero, pero que, por su propio porte e indumentaria, pasaba muy desapercibido.

Cuando se hubieron sentado en sus lugares de honor, la multitud estalló en vítores a su rey que, debido a sus políticas en beneficio de los no privilegiados, era muy querido por el pueblo. Luego se volvió a hacer un pequeño silencio cuando los sentenciados entraron al patíbulo, pero esta vez no duró mucho, porque pronto empezaron a proferir todo tipo de insultos y gritos contra ellos, tirándoles objetos contundentes y basura con objeto de humillarles.

Conservando la dignidad hasta el final, Spirf y Tonegr de la casa Velhame escucharon sus acusaciones con la cabeza alta y, sin suplicar, dirigieron su última mirada a los miembros de la casa Powem, sus auténticos verdugos, cuando les ponían la soga al cuello. En sólo unos pocos segundos, todo había acabado.

****

La casa Unmerko estaba en su mejor momento. Una vez que había caído la casa Velhame, los corsarios que le habían hostigado en nombre de ésta se habían pasado a su bando. Ahora, formaban parte de su red de contrabando. De hecho, su buena suerte había sido mayor que eso. Todos los condados de la costa, a excepción de la costa del extremo sur, perteneciente desde hacía siglos a la casa Powem, se habían unido a la casa Unmerko cuando les habían llegado rumores de su relación con los corsarios. Ahora, monopolizaban tanto el comercio marítimo legal como el ilegal, dado que la casa Powem no tenía ninguna relevancia comercial en el reino, aunque últimamente llegaban desconcertantes rumores sobre sus buenas relaciones comerciales con el país vecino.

Con toda la confianza que despertaba el saber que más de la mitad del poder comercial del reino le pertenecía a su casa, Speau de la casa Unmerko paseaba por las inmediaciones del palacio real como si ya le perteneciera. Al rey no le interesaba deshacerse de él como Mano Derecha, porque eso podía ser desastroso para la economía general. Su única preocupación, pues, era mantenerse con vida y, quizás, buscar una esposa bonita cuya familia perteneciera al área de influencia de los Moskley.

Pensando en su buena estrella con una inmensa sonrisa de superioridad en su rechoncha cara, tropezó con una raíz que sobresalía un poco del camino. Eso le salvó la vida. Una flecha de ballesta pasó rozando su costado, de no haberse caído le habría atravesado el corazón con excelente puntería.

-¡Asesino! ¡Un asesino en palacio! –gritó histéricamente -¡Guardia! ¡A la Guardia!

Rápidamente, aparecieron soldados en el camino y se dirigieron al asesino que, viéndose acorralado, agarró un extraño recipiente que colgaba de su cuello y bebió de él, poniéndose rápidamente rígido y cayendo muerto al suelo antes que los guardias llegaran hasta él.

Todavía con el susto en el cuerpo, se encaminó a sus aposentos, agradeciendo su buena estrella más que nunca. Necesitaba tiempo para estar a solas y pensar en su venganza. Sólo había un grupo de asesinos cuyos miembros se suicidaran de ese modo cuando fallaban en su misión. Y era un secreto a voces que recibían su sueldo de los Moskley.

****

-Nuestro asesino ha fallado –dijo el Jefe de Estrategia de la casa Moskley a Casob, el cabeza de familia de ésta.

-Lo –respondió el hombre con total tranquilidad. Las noticias corrían veloces cuando había una red de espías tan intensa, que rivalizaba incluso con los de la casa Unmerko.

-Deduzco que estabais preparado para tal eventualidad, mi señor.

-Desde luego que sí. Yo pondero siempre todos y cada uno de los posibles inconvenientes y les doy solución antes de que pasen. Ya he dispuesto algunos de mis espías cortesanos para que sigan a Speau Unmerko y para que mantengan cerca a los guardias reales. Ese hombre es tan idiota que seguramente ni siquiera va a esperar a que otro haga el trabajo por él. Cuando esté contratando a un asesino para que acabe conmigo, nuestros cortesanos solamente tendrán que avisar a la guardia haciéndoles creer que se trata de una conspiración contra el rey.

-¡Magnífico plan mi señor! Pero hay muchas posibilidades de que Speau salga de ésta.

-Tampoco hay motivos de preocupación por eso. Ya hay un par de asesinos más en camino –dijo Casob con una cruel sonrisa en el rostro.

viernes, 20 de febrero de 2009

El juego (parte 1)

Nota previa de la autora: este relato es de política ficción y por tanto un poco complicado de seguir, y además es tan largo que lo tendré que colgar en 3 ó 4 entregas, yo aviso para que no haya luego quejas. Si seguís el mapa, os irá mejor al leerlo. Aprovechando, comunico que el número de visitas de viajerainterdimensional.blogspot.com ha alcanzado un número aceptable y que lo retomaré en breve.


Era un monarca débil, así que toda la corte supo rápidamente que era fácilmente manejable. Y empezó el Juego. Lo primero que hicieron fue disminuir el poder del propio monarca en su favor. No lo suficiente como para despertar la desconfianza de éste y los odios del pueblo, pero lo bastante para ser imprescindibles a la hora de tomar las decisiones… lo bastante para acabar con la ley de sucesión, que implicaba la imposibilidad de todo el que no fuera descendiente directo del rey de acceder al trono. Pocos eran los jugadores, sólo un puñado de cabezas de familia de la alta nobleza, pero el Juego era así. El resto de nobles sólo tenían que tomar partido… y rezar a los dioses, conocidos y desconocidos, por haber hecho la elección correcta. Si no la habían hecho, estaban condenados a muerte, o a algo peor, cuando sus antiguos enemigos se alzaran en el poder.

El sistema era sencillo. Los jugadores mantenían una guerra interna, pero no utilizaban sus ejércitos. Estaba todo permitido: bloqueos económicos, aduanas imposibles, alianzas, traiciones, asesinatos… Cualquier acto de guerra interna que no fuera contra las leyes, o que de serlo no fuera descubierto, era válido. Cualquier cosa que sirviera para ganarse el favor del monarca y convertirse en su Mano Derecha. El rey era intocable, y su Mano Derecha sería el que le sucediera en el trono, aunque hasta entonces carecía de poder político, al menos de forma directa, pues, al ser el favorito del monarca era el que más influencia tenía en sus decisiones. Por eso el Juego nunca acababa, porque los jugadores no solamente debían llegar a ser Mano Derecha del rey, sino que también debían mantenerse en el poder. Y, a diferencia del rey, la Mano Derecha no era intocable. Por no mencionar el hecho de lo volubles que se volvían los monarcas cuando les ponían la corona sobre sus regias cabezas… cosa de la cual se habían encargado los primeros jugadores, al haber contratado magos que lanzaron todo tipo de hechizos sobre la corona con el fin de continuar el Juego desde entonces hasta el fin de los tiempos.

****

Trescientos años después del Primer Juego, todo seguía igual. Acababa de llegar al poder Nolog de la casa Powem, que, sorprendentemente, había sido el primer noble lo bastante inteligente como para ser Mano Derecha del rey durante nada más y nada menos que 10 años. Cómo lo había conseguido, era un misterio que a todos los jugadores les hubiera encantado conocer. De aspecto poco vigoroso y simplón, Nolog no destacaba en nada. De hecho, pertenecía a una familia de altos nobles que era tan poco poderosa que no había tenido un Mano Derecha nunca. No tenían un gran ejército, ni una economía poderosa, ni tratos con ladrones, asesinos, mercenarios o corsarios. De hecho, nadie sabía tampoco cómo habían logrado prosperar lo suficiente como para no ser borrados del mapa como había pasado de vez en cuando como otras familias de la alta nobleza que no habían logrado escalar posiciones.

Al igual que muchos de los reyes que le habían antecedido, Nolog hizo que su Mano Derecha fuera un miembro de su familia. Eran los hechizos de la corona (algo que nadie sabía), los que hacían al rey lo bastante manejable y voluble para que siguiera el Juego y le impedían intentar cambiar las leyes de sucesión. Tardaban unos cuantos meses en hacer efecto, según la fuerza de voluntad que tuviera el coronado. Poca debía de tener, pues sólo un mes y medio después de recibir su corona, Nolog relegó a su familiar Raming de la casa Powem al puesto de Segundo Consejero, a favor de Tonegr de la casa Velhame.

Eran en esos tiempos familias lo bastante poderosas como para ser de relevancia en el Juego las casas Velhame, Moskley, Unmerko y, por supuesto, la casa Powem.

****

Tonegr de la casa Velhame se reunió con sus ayudantes. Ayudantes de nombre, porque ningún noble se atrevería a llamarse consejero de un jugador… porque eso implicaba el riesgo de ser aniquilado junto con éste si fracasaba. Ahora que había logrado el puesto de Mano Derecha, debía fijar la estrategia a seguir para mantenerse en el poder el mayor tiempo posible, reducir el poder de los otros jugadores y mantenerse vivo en el intento.

-La casa Powem no merece ser tenida en cuenta, realmente, no son más que una panda de palurdos con suerte –dijo su primo Deuv. Tonegr no podía evitar pensar que ese hombre era un idiota, pero estaba ligado por matrimonio a uno de los condados menores aliados a su casa más importantes e influyentes, así que debía mantenerlo cerca de él para evitar que se sintiera tentado a aliarse con sus enemigos… aunque por ello tuviera que soportar sus constantes comentarios sin sentido.

-Ya hemos subestimado a la casa Powem una vez, y ahora nos encontramos con uno de sus miembros hecho rey. Hay que tenerla muy en cuenta –respondió Spirf, su hijo primogénito, que había tomado el mando de la familia ahora que él era la Mano Derecha. Le había enseñado bien, y confiaba en que llevara las riendas de la casa Velhame con eficacia hasta que el rey decidiera cambiar de Mano Derecha, cosa que no deseaba para nada pero que era muy probable dada la rapidez con que había renunciado a su primera Mano Derecha.

El viejo Terar, que era Jefe Estratega de su casa, se levantó del asiento y señaló el mapa político.

- La casa Moskley y la mayor parte de sus vasallos se interponen entre la Casa Powem y nosotros. Solamente uno de nuestros vasallos linda con su área de influencia que, aunque poco extensa, rodea su territorio íntegramente. Nuestros mercenarios y bandidos lo tienen muy difícil para hostigarles. He recibido nuevos informes. Sus vasallos, además, están tan ligados a la Casa Powem que es imposible hacer que cambien de bando. Todo esto se nos había pasado por alto. Además, según nuestros espías han descubierto recientemente, esta casa es la única que tiene acuerdos comerciales con el país vecino, lo que significa que probablemente un bloqueo no le afectaría demasiado. Siempre habíamos creído que era una casa comercialmente débil por su poca actividad mercantil en nuestro reino, pero su actividad comercial sorprendentemente es muy importante allí.

-Son datos preocupantes ¿Qué propones? –preguntó el Mano Derecha, alarmado por el poder que ocultaba en realidad la casa Powem. Eso no había entrado en sus planes.

-Una alianza. Si lo hacemos, tendremos a la casa Moskley rodeada y podremos hostigarla desde ambos flancos. Además, eso nos daría ventaja para conseguir el vasallaje del condado de Horang y tendríamos salida al mar a través de nuestros vasallos del sur. Como hace años que controlamos y tenemos en nómina a todos los corsarios para que hostiguen a la casa Unmerko, tendríamos la oportunidad de crear una flota poderosa.

-No obstante, no ha habido una alianza en este reino desde los tiempos de Ciao de la casa Igr y Esp de la casa Serab… y acabó con la destrucción total de ambas casas cuando una de ellas traicionó a la otra a favor de otra casa y fue traicionada a su vez por ésta.

-Es mi recomendación. Creo que deberíamos arriesgarnos, si tomamos las precauciones precisas, no deberíamos preocuparnos. Pero la decisión es tuya, por supuesto.

-Pensaré en ello. Cambiemos de asunto ¿Qué hay de nuestros progresos con la casa Unmerko?

-Nuestros corsarios, como ya he dicho, siguen hostigando sus barcos comerciales, y no son capaces de encontrar nuestro paso de las montañas, pero han infestado nuestros bosques de bandidos y nuestro comercio interno se está resintiendo notablemente. Por lo que sabemos, tienen tres espías por cada uno que tenemos nosotros. Y además la casa Moskley presiona al condado de Batrix para obtener un paso seguro y directo hacia el mar. Si lo logra, su economía mejorará notablemente, y es posible que se forme una alianza con la Casa Unmerko para acabar con nuestros corsarios.

-Quiero todos los trapos sucios de nuestro querido vasallo el conde Batrix. Por su promiscuidad, seguro que encontramos algún escándalo que quiera mantener en secreto. Luego, solamente tenemos que darle a entender que si cambia de parecer respecto a nuestra alianza, ese secreto saldrá a la luz. Mandar emisarios que negocien con la casa Powem. Que sean de confianza, y a poder ser de alto rango. Debemos mantener el secreto el máximo tiempo posible. Enviar también a algunos de nuestros espías a que filtren rumores en los territorios controlados por las casas Moskley y Unmerko para que se corra la voz de que la casa rival va atentar contra la vida de los líderes. Eso bastará para evitar posibles alianzas entre ellos.

-Entendido, mi señor.

-¿Alguna otra novedad en el Juego?

-Probablemente muchas, mi señor, pero no las conocemos.

-Bien. En tal caso, moveos. Hay mucho que hacer.