Nuevo proyecto de Adictos a la escritura. Había que desarrollar el micro del mes anterior de un compañero al azar. A mí me tocó desarrollar el de Licia Román (en negrita) y la verdad es que me resultó muy fluido.
Colapso
En los días más fríos de aquel crudo
invierno caminaba por las calles céntricas una pobre anciana en
busca de algo para comer, casi no podía caminar y su bastón era lo
único que la acompañaba... Se acercó a unos jóvenes que estaban
cenando, con una mendiga intención, pero al cabo de unos minutos se
encontraba haciendo eco de la fortuita vida que le costó llevar, de
los desaires más remotos que fulminaban su dura realidad...
Después de recibir algo de dinero,
decidió seguir su camino, pero antes de cruzar la calle se detuvo al
ver cómo un auto embestía a un joven que viajaba en moto dejándolo
cerca de ella con su rostro empapado en sangre, el cual resultaba
irreconocible...
La vida dura la había hecho insensible
al dolor ajeno, pero algo se removió dentro de ella cuando le vio
tirado en el suelo. Así pues, en vez de alejarse, como hubiera hecho
normalmente, se acercó y comenzó a ver en el rostro ensangrentado
rasgos reconocibles.
-No puede ser -susurró-. No puede ser.
Y es que ahí, inconsciente en medio de
una calle y probablemente muriendo ante sus ojos, estaba el vivo
retrato de su difunto esposo. Parecía imposible, pero ella lo supo.
Supo que ese muchacho era su nieto y que la habían traicionado.
Debió haberlo imaginado desde el principio, pero siempre había sido
una estúpida. Y no aprendía.
Había conocido a su marido cuando
había entrado a servir en su casa. Ella no era nadie, él era el
hijo de un terrateniente. A pesar de todo, se casaron en secreto y,
cuando quedó embarazada, la familia no tuvo más remedio que aceptar
la situación. Pero, cuando aún le quedaban un par de meses para dar
a luz, su marido, que era todo su mundo, murió mientras cabalgaba
por los confines de la finca para visitar a los arrendatarios.
Nadie vio nada, pero ella siempre
sospechó que no había sido una caída accidental: sus suegros no
podían tolerar una mancha en la familia y él, al casarse, había
creado una mancha tan grande que solo podían quitarle de en medio
para borrarla. Sintió que sus sospechas se confirmaban en el funeral
donde, en vez de llorar por su hijo, no pararon de echarla miradas de
desprecio.
Fue entonces cuando decidió huir,
porque sabía que ella y su bebé no-nato serían los siguientes. No
obstante, el dolor y el estrés de la situación hicieron que se
pusiera de parto ese mismo día, cuando aún no había abandonado la
mansión que tanto dolor le había acarreado.
Para su sorpresa, sus suegros no solo
la atendieron, solícitos, sino que llamaron al médico familiar para
que se hiciera cargo de todo. No sirvió de nada: el niño se había
adelantado demasiado y no había sobrevivido. Al menos, fue eso lo
que le dijeron antes de echarla de la propiedad, desgarrada por el
dolor y sin fuerzas por las consecuencias del parto reciente.
Debió haberlo sospechado, pero nunca
cayó en la necesidad de esa gente de contar con un heredero que se
hiciera cargo de todo cuando ellos faltaran, así que se marchó lo
más lejos posible, aceptando la palabra de esos impostores.
Y ahora, el que sin duda era el hijo de
su hijo estaba allí, muriendo ante sus ojos, y ella se desvivió por
salvarle. La ambulancia no tardó en aparecer y la anciana vio cómo
se lo llevaban, sin saber, una vez más, si el fruto de su sangre
viviría o moriría.
Vivió y tres meses después le vio a
lo lejos. No se atrevió a acercarse a él, que comenzó a ir a su
territorio a menudo. Pronto descubrió que la estaba buscando, para
darle las gracias. Pero ella no podía enfrentarse a él, ella que no
era nadie, que había pasado en las calles toda su vida salvo un
breve y feliz periodo. Así pues, se marchó de ese barrio, de esa
ciudad, como ya se había marchado de tantas otras, huyendo de su
pasado y de sí misma. Su hijo había vivido y había tenido un
descendiente. Su nieto estaba a salvo. Ella, que no era nadie, se
alegraba y no quería manchar sus vidas con su presencia. Con
saberlo, le bastaba para ser feliz hasta el día de su muerte.
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Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
buenas! La verdad que mi microrelato daba lugar a que fuera fluido, igual me gusto mucho como contextualizaste.. Te invito a ver lo que publique!! Saludos..
ResponderEliminarMe ha gustado como lo dices, pero leo pena, mucha pena y darle un poco a la abuela habria sido bueno. Las descripciones son buenas. Un abrazo.
ResponderEliminarWow me ha gustado, bueno me ha puesto triste la historia de esa mujer. Esperaba que pudiera hablar con su hijo, pero bueno, se muestra un gran sacrificio, que hacen las mamás por los hijos.
ResponderEliminarSaludos.