Después del día 1, que tuve libre, del día 2 en Pompeya, Nápoles y Capri y del día 3 en Vaticano y con la visita panorámica de Roma, tenía claro que no me iba a dar tiempo a verlo todo. ¡Qué arrepentimiento no haber contratado el día extra! Me hice una lista de sitios que quería visitar, las direcciones y los precios. Al final la dichosa lista no sirvió de nada, porque solo con el primer ítem me tiré hasta las 4 y solo pude visitar una cosilla más, pero qué le vamos a hacer: ya volveré para ver el resto.
No tenía que madrugar, pero me despertó el sonido de mis compañeros yéndose a Florencia (¿he dicho ya lo ruidoso que era el hotel? lo de la cortina ya era malo, pero los ruidos... qué horror). Así que desayuné prontito y cogí el autobús a Plaza Venecia. Lo primero que hice fue mirar una auténtica ínsula romana, que estaba al lado de la tarta de merengue pero que se me había pasado por alto el primer día. Para los que no sepáis qué eran las ínsulas, os diré que era donde vivían los menos adinerados: como edificios de apartamentos, con negocios debajo y un patio interior. César era propietario de una y vivió en ella, así que ver los restos (que en algún momento se reconvirtieron en iglesia) fue genial. Al lado de la ínsula había unas largas escaleras que conducían a una iglesia y, anticipando unas vistas geniales, las subí. Lo eran, y el interior de la iglesia resultó ser una joyita también ^^.
Estuve un rato por allí y me fui al Coliseo por otro camino, tras lo cual me metí dentro (entrada reducida por ser menor de 25, una grata sorpresa).
Con la entrada al Coliseo también podías entrar al Palatino y al Foro Romano, así que allá que fui. El palacio, lo primero que visité, está sobre la colina sagrada porque allí se fundó Roma y tuvo que ser impresionante en sus tiempos. Por supuesto, me metí en el museo, lleno de datos curiosos sobre la colina, esculturas, mosaicos... Además, al estar tan alto, las vistas también son espectaculares y ahí es donde me comí mi bocata y mis fresas.
Luego me fui al foro romano y solo puedo decir "guau". Es impresionante pasear por esas calles, de verdad. Y, entre unas cosas y otras, me dieron las cuatro de la tarde. Mis pies ya estaban hechos polvo, pero quería seguir por Roma. Como era tarde para entrar en museos (me iban a cerrar en cuanto me metiera) me dirigí a la otra punta de la zona histórica para visitar villa Borghese.
Villa Borghese es una villa de nobles que fue comprada por el rey y ahora es parque público repleto de esculturas y fuentes. Reconozco que fui porque sabía que había cosas de Egipto, pero en el trocito de parque que mis pies destrozados me permitieron recorrer no había nada de eso. Aun así, fue un atardecer precioso y había cosas interesantes. Luego fui hacia Termini y también encontré unas cuantas joyas, como la fuente de Moisés, la basílica de santa María de los ángeles y los mártires, o las termas.
Finalmente me fui al hotel y cené galletas con los pies en alto: habían llegado al punto de agonía. Pero eso no evitó que al día siguiente, el último, madrugara para volver a partearme el máximo de la ciudad posible.
Último paseo por Roma
Nuevamente encontré algo interesante en Plaza Venecia: el sitio donde poetas, oradores... leían sus obras para pedir opinión. Luego caminé hacia el Panteón por una calle que no conocía y encontré edificios extraordinarios antes de llegar. ¿He dicho ya lo mucho que me encanta el Panteón? Es impresionante.
Después caminé hasta unas excavaciones de templos. Como no saben de qué eran, los llaman A, B, C y D. De vuelta al Panteón me topé con otro obelisco sobre un elefante, luego pasé por la iglesia de al lado de la Fontana di Trevi, vi el palacio Barberini (por fuera) y algunas joyitas más.
Finalmente, caminé hasta la Porta Pía, con la antigua muralla romana al lado.
Después volví al hotel, pero era muy pronto y había cerca un antiguo mausoleo y un puente romano, enfrente de los cuales almorcé.
Luego esperé a que me recogieran y fue una odisea. La otra persona a la que había que recoger llegó tarde, luego nos encontramos en un gran atasco y llegué al aeropuerto con poca antelación. Me tuve que pegar una carrera, solo para encontrarme con que el avión iba con retraso y, al embarcar, me tocó delante a una niña que se tiró llorando TODO el viaje. Así que llegué a Madrid muy arrepentida de no cogerme el día extra y con un gran dolor de cabeza, pero con muy buenos recuerdos y más de 800 fotos en la cámara ^^.
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