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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

miércoles, 19 de septiembre de 2018

¡De buena me he librado! Un relato corto

Nuevo relato corto hecho tras lanzar los dados:


¡De buena me he librado!

resultado del lanzamiento con el que he hecho el relato breve
Hizo una declaración por todo lo alto, con un desfile de trompetas, cánticos, artistas y saltimbanquis que convergieron en la casa de su amada. Por todo lo alto también fue su ridículo cuando ella, tan bella como fría, se limitó a decirle:
—Debiste haberte limitado a mandarme una carta con membrete en forma de corazón, al menos te habrías gastado mucho menos dinero.
Eso, no obstante, no le desanimó y, antes de que ella se diera la vuelta y regresara al interior de su hogar, le preguntó:
—¿Qué tengo que hacer entonces para que me ames?
—No sé. Lo que sí sé es que solo me casaré con alguien que haya hecho grandes proezas, y como en estos tiempos ya no hay verdaderos héroes aventureros, lo más probable es que me quede soltera —respondió ella, sin ningún miramiento, antes de darle con la puerta en las narices.
Así pues, tenía que convertirse en un aventurero y eso es lo que haría. Era atlético y tenía dinero más que suficiente para financiarse unas cuantas aventuras. Incluso tenía un supuesto mapa del tesoro de su tatarabuelo, que insistía en que con él se podía llegar a un tesoro en medio de la selva Amazónica.
Partió pues, rumbo a lo desconocido, dispuesto a volver con una montaña de oro para ponerla a los pies de su amada. El mapa no sirvió, no obstante, de gran cosa: la ciudad a la que conducía ya había sido descubierta, y saqueada, mucho tiempo atrás. No obstante, los indígenas le dieron una pista que le condujo a otro lugar donde encontro interesantes restos arqueológicos. Tampoco encontró oro esa vez, ni en el siguiente yacimiento que descubrió.
Sí que encontró un modesto tesoro en el tercero, suficiente para cumplir su sueño de volver y ponerlo a los pies de su amada, pero para entonces ya le había cogido el gusto a eso de explorar lo inexplorado y decidió continuar con la expedición unos meses más, aprovechando cada vez que volvía a la civilización para mandar a su editor los diarios de sus viajes, que se vendían como churros en su patria.
Cuando volvió por fin a su hogar, ella estaba esperándole en el puerto, ansiosa, y se lanzó a sus brazos:
—¡Ahora sí me casaré contigo!
Entonces él, aunque seguía creyendo que era la más bella criatura que existía, pensó en lo fría y egoísta que era en realidad, y en la aburrida vida que llevaría si se casaran. Por tanto, se desprendió de ella con suavidad:
—Lo siento, querida, pero la declaración caducó hace mucho tiempo. Aunque te lo agradezco. De corazón —dijo. E iba en serio porque, aunque sus motivos para empezar a viajar fueron los equivocados, ahora había encontrado la felicidad al hacerlo, y todo gracias a su rechazo.
Por supuesto, ella, acostumbrada al sarcasmo, no supo entender que lo decía con sinceridad y le arreó un buen sopapo pensando que se estaba vengando del desplant. Luego se marchó, toda digna, por donde había venido. Él la observó divertido, frotándose la mejilla enrojecida, y finalmente soltó una carcajada:
—¡De buena me he librado! 

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