Claustofobia
Cuando se enroló en la marina, deseoso de huir del paisaje de dunas y cáctus que le había visto nacer, nunca pensó que acabaría en un submarino, hacinado con más de cien personas a miles de metros de profundidad. Había esperado, más bien, viajar a lugares exóticos y darlo todo en el combate, quizás hacer alguna heroicidad. Nunca se había considerado una persona claustofóbica, pero era su primera inmersión y no podía soportarlo ni un segundo más.
-Añoro la luna y las estrellas -gimió.
Justo entonces, iniciaron la maniobra para salir a la superficie y se lo tomó como una señal. Así pues, en cuanto supo que la escotilla estaba abierta, ignoró todas las órdenes y corrió hacia el exterior. Golpeó a los que intentaron detenerle, incluyendo a varios de sus superiores directos, pero aun así solo consiguió echar un vistazo al cielo a través de la escotilla antes de que le placaran.
Después de eso, todo fue mil veces peor, porque le encerraron al considerarle un peligro y ya ni siquiera podía moverse por el reducido espacio del submarino. Poco a poco, la locura le fue invadiendo y, para cuando llegaron a puerto y le sacaron de allí, ya pensaba que su única realidad era ese reducido espacio y que el exterior era un sueño.
Tras un arduo proceso, sus familiares lograron llevarle de vuelta a casa y ese paisaje que tanto había despreciado le devolvió, poco a poco, la cordura. Nunca más quiso marcharse.
-Añoro la luna y las estrellas -gimió.
Justo entonces, iniciaron la maniobra para salir a la superficie y se lo tomó como una señal. Así pues, en cuanto supo que la escotilla estaba abierta, ignoró todas las órdenes y corrió hacia el exterior. Golpeó a los que intentaron detenerle, incluyendo a varios de sus superiores directos, pero aun así solo consiguió echar un vistazo al cielo a través de la escotilla antes de que le placaran.
Después de eso, todo fue mil veces peor, porque le encerraron al considerarle un peligro y ya ni siquiera podía moverse por el reducido espacio del submarino. Poco a poco, la locura le fue invadiendo y, para cuando llegaron a puerto y le sacaron de allí, ya pensaba que su única realidad era ese reducido espacio y que el exterior era un sueño.
Tras un arduo proceso, sus familiares lograron llevarle de vuelta a casa y ese paisaje que tanto había despreciado le devolvió, poco a poco, la cordura. Nunca más quiso marcharse.
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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia
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