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miércoles, 7 de septiembre de 2022

Relato: El adalid del cambio

Nuevo relato del reto de dados, aquí puedes verme lanzarlos:
 

El adalid del cambio

dados con los que hice el relato de fantasía El adalid del cambio
Una estrella fugaz cruzó el cielo justo en el momento del nacimiento de Shum, en una humilde casa de los arrabales. Era todo lo que necesitaban el rey Amek para considerarle una amenaza y el pueblo para considerarle el futuro adalid del cambio. 
Amek no era tonto, por supuesto. Sabía que no podría ordenar matar al niño de forma directa, pero sí podía tomarlo bajo su ala y favorecer los accidentes. ¿Qué culpa podía tener él si una serpiente se colaba en la habitación del chiquillo y le mataba mientras dormía? 
El pueblo tampoco era tonto, y se encargaron de rodear a Shum de sirvientes dispuestos a dar la vida por él. Eran tan eficientes que los hombres del rey nunca llegaron a acercarse a su objetivo y el niño creció inocente e ignorante de la lucha que mantenían. Al menos, hasta que, ya adolescente, le dio por escuchar las conversaciones ajenas a través de los ojos de las cerraduras.
Escuchó a sus aliados hablar, preocupados, de cómo los atentados contra él eran cada vez más frecuentes y menos discretos. Escuchó al propio rey, al que consideraba casi como a un padre, reprender a sus asesinos por no ser capaces de matar a un estúpido crío. Y escuchó a otros hablar de cómo se pondría al frente del país y liberaría a los oprimidos.
Shum no quería ser el adalid del cambio. Solo quería seguir viviendo la vida que había tenido hasta ahora. Pero esa vida era una mentira, y además una peligrosa. Así que hizo lo único que podía hacer: escaparse de palacio y meterse de polizón en el primer barco que saliera del reino. 
Por suerte, fue a parar a un barco con un capitán de buen corazón que le acogió bajo su ala en cuanto se dio cuenta de que era un chico formado e inteligente. Así pues, pronto empezó a hacer carrera en el mar, con un nombre falso, y procuró olvidarse de sus años en el palacio.
Años después, volvió al reino como capitán de su propio barco y se enteró de que, después de todo, sí que había sido el adalid del cambio. Su desaparición inexplicable había alzado al pueblo contra el rey, al que culparon de asesinarle a escondidas, y la revuelta surgida de la indignación colectiva había derrocado al régimen. 
Shum se sonrió y regresó a su nave, aligerado del peso que había llevado todos esos años. No volvió a usar su nombre verdadero, a pesar de todo. Le había ido demasiado bien en el anonimato.

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