Nueva tirada de cartas Fatum. Significa: Personaje fruto de un experimento cuyo origen es un carruaje y se dedica
a arbitrar la ley. Tiene un Golem y un familiar mecánicos. Su marca del
pasado es una extremidad protésica mecánica porque la sacrificó en una
misión no autorizada por un vínculo con una vida pasada. Su deseo es
viajar en el tiempo a un campo de batalla.
Es un poco extraño, solo puede salir un relato steampunk de aquí (y precisamente fue la extensión streampunk la que utilicé, así que ¿de qué me extraño?)
Almanzarain, el genio inventor
Elek Domwok, su padre, si es que se podía llamar así al hombre que le creó, estaba en el lecho de muerte.
No había querido saber nada de Di-Elek desde que usó la máquina del tiempo, contra su voluntad, en una loca misión que le costó un brazo. El genio siempre les había hecho usar la máquina de forma muy controlada, por breves periodos de tiempo y con una larga lista de instrucciones para que no alteraran el pasado y cumplieran objetivos muy concretos.
Cuando Di-Elek volvió, malherido, Elek le había dejado claro que ya no era bienvenido en la casa familiar y le había expulsado sin miramientos.
Por eso, Di-Elek se sorprendió tanto de la llamada. Luego se enteró de que era el único, de todos los hijos-experimentos del genio, que seguía vivo. Justo él, la mayor decepción de Elek, el desobediente, el que probablemente había sido contaminado cuando el carruaje que transportaba las muestras volcó. Qué ironía.
Elek no merecía que Di-elek dejara su trabajo de defensor de la ley unos días por él. Aun así, acudió, dejando a su familiar y a su gólem mecánicos velando por la seguridad del pueblo en el que vivían. Pero no lo hacía por su padre, sino por la máquina del tiempo.
Los sueños de su vida pasada habían estado ahí desde siempre. No eran más que emociones y escenas inconexas, pero quería saber más. Su padre era un obsesivo estudioso de la época, así que sabía dónde y cuándo ocurría todo. Di-Elek también se había obsesionado por el tema, pero solo quedaban vagos documentos y leyendas estúpidas de ese periodo histórico, junto a algún que otro prodigio mecánico oxidado y lo que su padre había podido recuperar en sus viajes al pasado.
Él necesitaba algo más sólido para descubrir a quién pertenecían aquellos recuerdos. Buscaba lugares y caras concretas. Por eso había desobedecido por primera vez, para saber de una vez por todas la verdad detrás de sus sueños viajando al campo de batalla donde recordaba su propia muerte. Y por eso acudía a la casa de la que había sido desterrado, para reclamar la máquina como herencia y hacer un nuevo viaje.
Pero no le hizo falta la máquina para encontrar respuestas. En cuanto vio su prótesis mecánica, Elek pareció recuperar las fuerzas que la enfermedad le había arrebatado.
—¿De dónde has sacado eso? —preguntó, ansioso.
—La he hecho yo mismo.
—Entonces tú eres viable... —dijo febril—. Había oído lo del gólem y lo del familiar, pero no daba crédito a los rumores. Tú eres el viable. Todos estos años pensando que eras mi mayor fracaso, que Tri-Elek y Oct-Elek eran los que más se acercaban, aunque no estuvieran a la altura... y al final tú eres él.
—¿Quién soy yo?
—El único clon viable de Almanzarain, el genio inventor.
—Estás loco —sentenció Di-Elek.
Sin embargo, no era tan descabellado. Sabía todo lo que se conocía sobre ese personaje de leyenda y podía encajar tanto con sus sueños como con sus habilidades. Pero eso no se lo iba a decir a Elek, que de todas formas, con la excitación de la revelación que acababa de tener, perdió sus últimas fuerzas y cayó en un sueño inconsciente justo después de decir:
—Tengo grandes esperanzas puestas en ti, Di-Elek-Almanzarain. Nos llevarás a una nueva era de avances.
Mientras su padre estaba entre la vida y la muerte, Di-Elek tuvo acceso por fin a su despacho y a los cuadernos y diarios que nunca pudo consultar siendo más joven. En ellos, conoció toda la verdad.
Elek había consagrado su vida y su fortuna al genio inventor de la antigüedad. No solo a saber más cosas sobre él, como habían pensado sus hijos, sino a traerlo de vuelta sin cambiar la historia. Había conseguido muestras de su cabello en sus viajes al pasado y, fruto de dichas muestras, habían nacido sus hijos-experimento. También había aprovechado para robar los planos de sus inventos no para lucrarse, como habían pensado sus hijos, sino con la esperanza de que estos, todos clones de su héroe, se inspiraran y siguieran los pasos del genio.
Lo que Elek nunca había pensado era que Almanzarain nunca inventó nada por vocación, sino por necesidad. Justo como Di-Elek, que solo había creado el brazo mecánico porque necesitaba uno, un gólem porque él solo era incapaz de imponerse a los malhechores y un familiar mecánico porque no soportaría que su mascota muriera. Por eso, había aprendido en silencio y nunca había dado muestras de ser un genio, al contrario que sus hermanos, deseosos de ganarse la aprobación de su padre.
Lo más triste de todo era que Elek era infinitamente más brillante que Almazarain. Este solo había creado artilugios mecánicos; nunca habría soñado con clonar a alguien que llevaba siglos muerto o con inventar algo capaz de mandarle al pasado. Quien podría haber inspirado una nueva era de avances era el propio Elek, y había desperdiciado su talento en resucitar a un muerto.
El mundo, por otro lado, no estaba preparado para clonar a otras personas ni para viajar en el tiempo. Por eso, cuando Elek murió por fin, Di-Elek hizo arder muestras, documentos y máquinas antes de volver a su tranquila vida como defensor de la ley.
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