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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

lunes, 5 de noviembre de 2012

Relato: Tarde de aburrimiento

Este es mi proyecto para Comienza una historia. Esta vez había un montón de frases (en negrita) que había que combinar para hacer un relato. No estaba muy inspirada y las frases no tenían nada que ver, así que he hecho este relato, un tanto extraño.
 Tarde de aburrimiento
Juan enciende el televisor, después de comer. No tiene ganas de nada y la caja tonta es su mejor opción para pasar la tarde.

Soñaba con alas de papel, con aquello que le permitiera volar hacia el cielo y poder sentir el viento de la libertad en su rostro.

―La publicidad de compresas cada vez es más surrealista -dice para sí mismo, cambiando de canal.

Señorita, no me traiga la cuenta porque no tengo dinero para pagarla; en todo caso, si lo desea, puede usted avisar a la policía -el viejo se quedó mirando a la camarera.
Ella tenia el cuchillo en la mano, y al mirarse al espejo contempló una imagen que le agradaba, nunca pensó que podía llegar a sentirse así. Consideró la posibilidad de hacer pagar al individuo con sangre y obtener su vendetta. Pero no, se dijo. Ahí, en medio de su lugar de trabajo, no podía dejarse llevar por sus pasiones. Si iba a ponerse sentimental, mejor sería que se apartase de los cuchillos...

Vuelve a cambiar de canal. Ya ha visto la película, que no para de contarte los pensamientos íntimos de la camarera psicópata. El viejo, sorprendentemente, ya que es quien lo desencadena todo con su afirmación de que no iba a pagarle, no es asesinado. Un pestiño.

Algunas veces oigo voces en mi cabeza, sonidos que provienen de ningún lado; sombras de un corazón oscurecido, trasformado ahora en piedra dice el actor, caracterizado del periodo romántico, haciendo aspavientos sobre el escenario.

Lo que faltaba, una obra de teatro mal grabada. Cambia de canal de nuevo.

La ventana cerrada, la puerta de cristales rotas y los libros perdidos en el fango del jardín no eran evidencia suficiente para pedir la orden de alejamiento. Alec se había puesto furioso cuando corté con él y por eso todo estaba patas arriba. Pero volví a sentir la fuerte tensión en mi espalda. Alguien me vigilaba. Entonces supe que los destrozos de la casa serían el menor de mis problemas, que él me acosaría desde las sombras día tras día hasta que, cuando ya no pudiera soportarlo más, volvería a entrar y acabaría conmigo.
Estás paranoica, Shanon. Sabes que Alec se ha marchado del pueblo y nunca te pondría la mano encima. Nadie te vigila y no puedes pedir una orden de alejamiento a tu ex-novio porque tirara tus cosas por la ventana.

Cambia de canal. Otra película mala de sobremesa. No soporta ese suspense barato, ni le hace falta quedarse a verla para averiguar que el tal Alec efectivamente la vigilaba y la pobre mujer lo va a pasar mal. Sigue cambiando de canal hasta que vuelve al inicio. Desesperado, abre por una página al azar uno de los libros de su mujer.

Sentía su corazón golpearle con fuerza contra el pecho, a duras penas podía contener el sollozo que le estrangulaba la garganta. Algunas veces sólo podía pensar en la manera de borrar sus besos, y es que sollozar después de estar entre sus brazos, se había vuelto algo habitual.
Al día siguiente volvieron a verse en una fiesta y, aunque se había prometido, como siempre, dejar esa relación que la estaba destruyendo, supo que estaba perdida. Contener la pasión que la embargaba no era difícil, pero sabía que en cuanto se quedaran a solas se avalanzaría sobre él. Es inútil, pensó. Siempre es igual. Su cuerpo caliente envuelve el mío que, frágil y helado, acepta su calidez y se envuelve en ella. Es inevitable, es el destino

Demonios ¿qué clase de cosas leía Ariadna, tan recatada siempre? En su vida se hubiera imaginado que su esposa fuera aficionada a las novelas románticas. Ahora entendía por qué tenía forrados todos los libros. Pero fue peor cuando una hoja suelta cayó al suelo.

Sabes complacer todos mis deseos ―dijo Adriana, mientras se subía lentamente las bragas.
Es extraño ―pensó, mientras se miraban ambas semidesnudas en la penumbra de la habitación de aquél hotelucho―, hubiera jurado hasta hoy que yo era ciento por ciento heterosexual...

En ese momento, Juan dejó de leer y devolvió la hoja y el libro a su sitio. ¿Ariadna había practicado sexo con otra mujer en un hotelucho?
No, está escrito en tercera persona, pensó. Seguro que es una fantasía. Me pregunto si querrá llevarla a cabo... conmigo también, por supuesto.
Rápidamente desechó la idea. No obstante, ya estaba con la mosca tras la oreja. Ariadna tenía fantasías eróticas con otras mujeres. Ojalá hubiera dejado la película de la camarera asesina y no hubiera cogido ese maldito libro.

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3 comentarios:

  1. Oye, eres un crac. ¡Lo has enlazado todo a la perfección!

    Buenísimo, sin duda.

    Besos.

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  2. Esta vez me ha costado un montón... estaba muy complicado ^^

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