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miércoles, 11 de enero de 2023

Relato: Un poco de autocontrol

Otro lanzamiento de dados, aquí salgo en directo:

Un poco de autocontrol

Jairo no tenía ningún autocontrol, motivo por el cual su vida era un desastre. Matarse en el gimnasio no servía de nada, porque nada más salir pasaba por delante de la hamburguesería y se ponía ciego, así que su salud era cada vez peor. Le habían despedido de varios trabajos porque no era capaz de callarse lo que pensaba sobre su jefe, y todos sus problemas con sus parejas eran también por eso: por ser incapaz de callar, por no controlar sus arrebatos. 
Tampoco tenía muchos amigos debido a su excesiva espontaneidad, y los pocos que le quedaban casi no le invitaban a las fiestas porque, por muy comedidos que fueran los invitados, él se ponía a hablar, comer y beber como si no hubiera un mañana, incluso se ponía a bailar sin venir a cuento solo porque le gustaba una canción. Una vez, incluso rompió un jarrón con su desenfreno. 
Por eso era tan importante esa moneda que había encontrado: porque había decidido que iba a encaminar todos sus esfuerzos a controlar el impulso de gastarla antes de que acabara su pequeña excursión (otro impulso) a un pueblo perdido de la sierra. Lo consiguió en la gasolinera, pero solo porque en la línea de cajas no había nada que le llamara la atención. Lo consiguió cuando pasó por delante del pozo de los deseos, pero solo porque no creía en esas cosas. Y estaba a punto de conseguirlo en el restaurante, pero entonces salió por la zona del bar y escuchó el tentador sonido de esa máquina tragaperras. 
Antes de querer darse cuenta, la moneda estaba dentro de la máquina y se quedó a una fruta de hacer línea. Entonces sacó un billete de la cartera y lo metió, luego otro, y otro, obsesionado con el gran premio que siempre se le escapaba por poco. De vez en cuando recuperaba algo, pero luego lo volvía a gastar, hasta que se quedó sin dinero en la cartera y se marchó del restaurante con una frustración sin saciar.
Mientras volvía a casa, toda su fijación era encontrar otra máquina y conseguir vencerla. Internamente, sabía que no debía, que era ridículo, pero su autocontrol, ya hemos dicho, no era muy bueno. Incluso cuando consiguió el gran premio de una de las máquinas, se obsesionó con seguir jugando y recuperar todo lo que había perdido en ellas.
Cuando perdió lo poco que le quedaba, se lió a golpes con la máquina, maldiciendo el día en que encontró la moneda. Luego, cuando el camarero intentó detenerle, se lió a golpes con él, maldiciéndole por no detenerle. Cuando llegó la policía, huyó de allí hasta que quedó sin aliento y entonces, solo entonces, se dio cuenta de que el único culpable era él mismo y su nulo autocontrol. Así pues, cedió a su último impulso, se acercó al puente más cercano y saltó.
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1 comentario:

  1. Has hablado de un tema tan extenso que me ha parecido muy corto desarrollan solo de la ludopatía... podrías hablar también de la ansiedad que lleva como consecuencia la voracidad.
    Buena reflexión la tuya para iniciar un debate. Gracias por seguir contando la vida a través del cuento o del relato breve

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