De nuevo toca jugar a hacer un relato en base a lo que salió en mis cartas Fatum. En esta ocasión, estreno el mazo de Dark Miths. El tapete es diferente, pero en este caso hay cartas de personalidad en el centro y por lo demás, en esencia, da la misma información. Esto es lo que significan las cartas:
Personalidad misericordiosa. Su origen es una armería y tiene un pasado de héroe legendario. Tiene un vecino con mayor rango y es subordinado de un prodigio juvenil. Su marca del pasado es que siguió la luz en una misión suicida en una tumba milenaria. Su deseo es olvidar a una persona oscura.
La Jefa
Elies solo quería olvidar a Gwael, ese hombre que había traído la oscuridad a su vida y, usándole como palanca, había destruido la armería y había arruinado por completo tanto a Elies como al resto de familias que dependían del negocio.
Por eso había seguido la luz y por eso había entrado en esa tumba milenaria de la que nunca nadie había logrado salir. Solo quería desaparecer allí y acabar con todo de una vez. ¿Quién le iba a decir que era la reencarnación del héroe legendario al que pertenecía el lugar?
Había entrado y había conseguido el tesoro, lo que podría haber sido un buen comienzo para empezar una nueva vida. Pero entonces había pensado en el resto de las familias que habían sufrido por su confianza ciega y les entregó todo cuanto había recogido para que pudieran rehacer sus vidas.
Elies solo se había quedado con una espada, y solo porque esta no aceptaba más dueño que él. En el fondo, tenía que considerarse afortunado, porque a un hombre que empuñaba un arma poderosa nunca le faltaba trabajo. No obstante, no podía dejar de pensar que hubiera preferido desaparecer en esa tumba con todos los demás antes que seguir arrastrando tan penosos recuerdos.
Se estaba preguntando si la espada le permitiría empuñarla para acabar con su propia vida cuando su vecino y nuevo jefe llamó a su puerta.
-La Jefa quiere verte -le dijo cuando abrió.
Elies no conocía a nadie que la hubiera visto en persona, ni siquiera su nuevo jefe, que parecía un poco envidioso por el honor que se le concedía. Sin embargo, el encuentro le motivaba tanto como el resto de su vida. Nada.
Por eso, no preguntó nada más ni mostró la más mínima curiosidad. Cuando su jefe le dejó en la puerta de la guarida y un grupo de guardias le rodeó para conducirle a través de un auténtico laberinto de pasillos y puertas, ni siquiera se molestó en tratar de seguir la ruta.
Sí que fue imposible no sentir sorpresa cuando la vio. Era prácticamente una chiquilla, no podía tener más de doce años. Y llevaba por lo menos tres liderando al grupo de mercenarios más importante de la región. Aun así, no tardó en recuperarse y la oscuridad y la apatía volvieron a apoderarse de él. Al menos, hasta que ella habló:
-He oído que conoces a un tal Gwael. -Escuchar el nombre fue como recibir una bofetada; Elies acusó el golpe y el dolor apareció en su rostro. Una sonrisa calculadora muy adulta apareció en el rostro juvenil de La Jefa-. Bien. Lo imaginaba. Te gustaría olvidarle, pero él no te dejará hacerlo. Es un demonio. Literalmente. Ya te arruinó una vez, y está decidido a hacerlo de nuevo. Pero ha decidido atacarte a través de tu trabajo, y ha tenido la mala suerte de que trabajes para mí. No he llegado hasta aquí dejando que un demonio de tres al cuarto me destroce el negocio. Podría haberte matado para que fijara su atención en otra parte, pero soy leal con mi gente y tú no me has dado motivos para hacerte daño, aunque los dioses saben que me agradecerías que acabara con tu vida.
-Hazlo, pues. Tú te librarás del demonio y yo también -dijo Elies. Que fuera un
demonio era, en el fondo, un alivio. Pero no lo suficiente como para
querer seguir viviendo.
-No te lo crees ni tú. Su oscuridad te ha agarrado tan fuerte que ni en la muerte te librarías de él. Y trabajas bien, aunque no tienes ni ambición ni iniciativa. Lo cual nos deja con la otra opción. Te ayudaré a matarle. Así, no podrá hacerte más daño, ni tampoco a los que te rodean. Matándole no solo te librarás de la oscuridad, lo más importante es que librarás al mundo de esa oscuridad. Y luego volverás al trabajo más motivado que nunca.
Elies llevaba demasiado tiempo sin sentir nada, pero las palabras de La Jefa removieron algo en él. Nunca había pensado en la venganza, pero ella tenía razón: si dejaba a Gwain vivo, seguiría haciendo daño. Cuando acabara con él, iría a por otros. Esa pequeña chispa prendió y pronto formó un fuego que empezó a mantener a raya esa oscuridad que le había acompañado durante tanto tiempo.
-Dime dónde encontrarle.
La Jefa sonrió y le dio instrucciones, así como un hechizo que supuestamente permitiría que a una criatura demoníaca se la pudiera matar. En realidad, era un conjuro que haría que ese humano pareciera que era un demonio. Porque sí, era un humano. Un humano malo y retorcido, pero inofensivo. Ni siquiera había querido seguir ensañándose con Elies, había buscado otras víctimas, y a ella no la había molestado en ningún momento.
No obstante, la reencarnación de un héroe legendario solo resulta realmente útil si no ha perdido la iniciativa ni las ganas de vivir. Y si La Jefa era La Jefa, era porque sabía sacar el máximo potencial de sus subordinados.
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