El tercer día tocaba pegarse un buen madrugón, porque tenía excursión de día completo y empezaba prontito y en la otra punta del centro. Ni siquiera pude desayunar en el hotel, tenía que salir antes de que abriera, pero tampoco me dio pena porque, y ya me extenderé en eso, el desayuno del hotel era una cutrez y el paquete de galletas artesanas que compré estaba de muerte. En cuanto a la distancia, de todas formas hubiera tenido que coger el metro para llegar, porque estaba coja (recordemos que el día anterior me torcí el tobillo).
Tenía contratada la excursión con Golden Tours, almuerzo incluido, aunque este era bastante pobre. Además, la hice en inglés y por suerte el mío es excelente: de no haberlo sido (como intuí que les pasaba a algunos de los otros asistentes del tour), no me habría enterado de nada, porque el guía hablaba rapidísimo, nivel locutor de fútbol.
La primera parada era el castillo de Windsor y llegamos bastante pronto, así que, aunque tocaba esperar una larga cola, entramos de los primeros.
La espera mereció la pena porque el castillo es alucinante. Sin embargo, no nos dieron suficiente tiempo para disfrutar de la audio-guía gratuita completa (que recorre tanto los exteriores como la capilla de St. George, los apartamentos de Estado y la casa de muñecas), por no hablar de que la cola para ver la casa de muñecas de la reina Mary era horrible y pasé de largo. Tampoco pude entrar en la capilla porque los domingos hay servicio religioso.
Tras eso vino Stonehenge, algo que llevaba esperando muchos años (contraté la excursión solo por eso) y que moló mucho. Por desgracia, solo te dejan rodear (a bastante distancia) el monumento, ni hablar ya de entrar en el círculo. Por cierto, si no tienes tiempo mejor ir directo y no bajarse en la parada intermedia para ver los "otros monumentos asociados". Son básicamente túmulos y, a no ser que dispongas de muchos minutos, mejor pasar. Igual digo del centro de visitas: interesante pero prescindible. Mejor subir al monumento, escuchar la audio-guía completa y luego a lo que dé tiempo.
Pero al tema, tanto las piedras como las vistas impresionan, y la audio-guía da mucha información interesante. Ya abajo encuentras reconstrucciones de las cabañas donde vivían y en el centro de visitas hay cosas que encontraron en las excavaciones.
Pero al tema, tanto las piedras como las vistas impresionan, y la audio-guía da mucha información interesante. Ya abajo encuentras reconstrucciones de las cabañas donde vivían y en el centro de visitas hay cosas que encontraron en las excavaciones.
La siguiente parada fue la catedral de Salisbury. Es un sitio bonito, con la aguja más alta de Inglaterra y un interior espectacular, aunque una vez visto el espacio no necesitábamos tanto tiempo libre porque solo tienen la Carta Magna en la Sala Capitular. Del resto del pueblo no vimos nada, tampoco parece que hubiera mucho que ver, aunque sin duda el centro tendrá su encanto.
La siguiente parada fue Bath, igualmente tuvimos muy poco tiempo libre y no pudimos entrar a la abadía porque estaba la misa. Para entrar a las termas romanas no había que pagar si querías ir al aseo, pero si querías ver la parte interesante sí. Del Museo de Jane Austen directamente me olvidé, con tan poco tiempo imposible. Casi ni me dio tiempo a comprar mi cena en el supermercado, y eso que estaba en la zona central. Por cierto, los alrededores de la abadía tienen mucha animación, con mercadillo, música en directo...
Entonces la visita acabó y empezamos el largo viaje de regreso a Londres. Durante todo el viaje de ida, el guía había estado hablando todo el rato, sin parar de dar datos, pero a la vuelta apenas habló y nos encendieron el dispositivo de wifi y de entretenimiento a bordo del autobús. No nos dejaron en el sitio acordado, sino unas paradas antes y aproveché para ver los museos que me faltaban aunque solo fuera por fuera. Luego, como tenía los pies hechos polvo y era tarde, cogí el metro de vuelta al hotel.
Catedral de Salisbury / abadía y termas romanas de Bath |
Entonces la visita acabó y empezamos el largo viaje de regreso a Londres. Durante todo el viaje de ida, el guía había estado hablando todo el rato, sin parar de dar datos, pero a la vuelta apenas habló y nos encendieron el dispositivo de wifi y de entretenimiento a bordo del autobús. No nos dejaron en el sitio acordado, sino unas paradas antes y aproveché para ver los museos que me faltaban aunque solo fuera por fuera. Luego, como tenía los pies hechos polvo y era tarde, cogí el metro de vuelta al hotel.
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