Cebrasos y polillas
Estaba en completa penumbra cuando se despertó, con un dolor terrible en el esternocleidomastoideo que ningún ejercicio de estiramiento y relajación era capaz de aliviar. Tenía muchísimo sueño, pero había tenido una pesadilla tan extraña, en la que se enfrentaba a una polilla gigante a lomos de un cebraso, que no sabía si volver a dormirse era una buena idea.
Así pues, decidió levantarse pero, al ir a dar la luz, en vez de la pared con el interruptor se topó con el vacío. Desconcertada, intentó despejarse y conforme las brumas del sueño iban desapareciendo se dio cuenta de que no estaba en su cama, sino en una especie de colchón a ras del suelo. Se bajó y avanzó a tientas en busca de algo para iluminar la estancia hasta que chocó con algo cuyo tacto se asemejaba al pelaje de un animal.
El cebraso se levantó entonces y le dio un lametón de "buenos días". El susto le trajo los recuerdos del caótico día anterior: cuando formuló su deseo de hacer algo realmente heroico, cuando esa extraña bruja hizo un conjuro que la transportó en medio de una batalla y cuando se subió al cebraso pensando que en el cielo estaría a salvo y aparecieron esas horribles polillas.
-Yo ya no quiero ser una heroína -le dijo al animal. Recordó vagamente haberle dicho lo mismo la noche anterior, antes de quedar rendida, pero el cebraso no respondió y algo le decía que, si quería que acabara esa pesadilla, solo podría hacerlo de una forma: cumpliendo su deseo. Sin embargo, hacer algo heroico implicaba arriesgar su pellejo en un mundo extraño, así que, tras pensarlo un poco, decidió que buscaría la manera de irse lo más lejos posible de los combates; si mantenerse a salvo implicaba que tendría que quedarse por allí un poco más... en fin, qué se le iba a hacer, ya buscaría otra forma de volver a casa.
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