El cuarto día, aunque seguía coja, lo había reservado para dos cosas:
La primera, visitar los Tesoros de la Biblioteca Británica, que se ven en muy poco tiempo y están divididos por secciones como música, literatura, Shakespeare... Tiene auténticas preciosidades y es un must go para los amantes de los libros.
Las dos entradas del Museo Británico (la biblioteca es un edificio moderno sin interés) |
En la planta de arriba también tienen muchas cosas, casi todas momias y cosas relacionadas con la muerte, aunque también hay una parte de la relación de Egipto con otros pueblos.
Luego por supuesto fui en orden de interés: primero Grecia, solo decir que tienen medio Partenón (la parte bonita, de hecho, es decir, los relieves). Impresionante. También tienen infinidad de vasijas (las únicas cerámicas que me gusta ver mucho rato son las griegas) y objetos divididos por procedencia. También había algunas cosas de Roma, pero poca cosa en comparación. Llegada a este punto tuve que dejar de leer todos los carteles si quería acabar de ver el museo. Solo leía los que me interesaban más.
A mediodía me fui a comer al hotel (está al lado) y volví rápidamente. Aproveché para pasar por la tienda, que resultó ser cara, además, aunque tenía una gran variedad de monerías relacionadas con las cosas más relevantes del museo, solo me tentaron los libros. Por suerte, recapacité a tiempo para no quemar mi tarjeta de crédito cuando estaba a punto de pagar: ¿dónde diablos iba a meter los cinco libros que llevaba en esa maleta tan pequeña? Me dio por comprobar si estaban en internet y ¡oh, sorpresa! estaban y más baratos, incluso con gastos de envío. Moraleja: pensar y buscar alternativas antes de caer en la tentación.
Luego vi la parte de Asia, la zona de la India es preciosa pero por desgracia Japón estaba cerrado. Después recorrí toda la parte de Asiria, Mesopotamia, etcétera, que es impresionante y muy interesante, la zona de la caza de leones es magnífica.
Las partes de América y África son bastante pobres y carentes de interés, aunque las calaveras mexicanas molaban. En cualquier caso, no tardé mucho en visitarlas. Todo lo demás se dedicaba a Europa y era sorprendentemente escaso, pero aún así para esta gente la hora de cierre debe ser algo sagrado porque, aunque se supone que hasta y media no cierra el museo, a y cuarto ya estaban echándonos. Tristemente, solo me quedó una sala de Europa y ni siquiera era cronológicamente la más moderna.
Cerrado el Museo, poco más podía hacer ese día: tenía los pies fatal, ya no podía ni cojear porque me dolían los dos y, por sujetar el tobillo que me había torcido, me había dañado la otra pierna. De todas formas tenía que arreglar el tema del transfer porque ya no me fiaba de esa gente y y aproveché la tarde para hacer la maleta y relajarme un poco con la idea de madrugar para mi último día en Londres.
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