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Un extraño parecido
Solo había robado un par de manzanas del puesto de fruta, pero le perseguía toda la guardia, como si no tuvieran otra cosas que hacer que cazar a un ladronzuelo corriente mientras el Gremio de Asesinos se dedicaba a sembrar el caos por media ciudad. Ali, debilitado por el hambre, no tenía ninguna posibilidad contra esos soldados entrenados y bien alimentados, así que, sabiendo lo que le esperaba en las mazmorras, saltó al río.
La corriente era fuerte y nadó desesperado, esquivando rocas, hasta que el río se unió al otro que rodeaba la ciudad y, en ese nuevo cauce más grande, las aguas se calmaron. Solo entonces Ali se relajó y decidió dejarse llevar un poco más por la corriente hasta alejarse de la ciudad lo suficiente.
La relajación le duró poco, porque vio por el rabillo del ojo a los soldados, que no habían abandonado la persecución. Malo era que le siguieran tantos por tan poca cosa; que abandonaran la ciudad en su busca era aún más preocupante. Por eso, nadó hacia la orilla contraria con la esperanza de perderse en el bosque antes de que pudieran dar la vuelta.
Ellos ya habían anticipado ese movimiento y apenas había dado unos pasos cuando un guardia de élite salió de la nada y le agarró por la camisa. Ali no se resistió, sabía que si lo hacía sería mucho peor, así que les acompañó resignado de vuelta a la ciudad, donde le llevaron a palacio.
Allí le explicaron que tenía un extraño parecido con uno de los príncipes de la ciudad, al que se había asesinado en secreto hacía unos meses. Ahora, su facción buscaba venganza y, para evitar el desastre, debía hacerse pasar por el príncipe desaparecido y seguir sus instrucciones.
De nada sirvieron las protestas de Ali, que se enfrentaba a la muerte si no accedía al encargo, así que pronto comenzaron las clases que le convertirían en un noble. Mientras le enseñaban lo que ya sabía, Ali, que ya había sobrevivido a un intento de asesinato, consideró sus opciones. Iba a ocupar su antigua posición fingiendo que fingía ser él mismo, y sabía de buena tinta que le eliminarían en cuanto cumpliera con su cometido. Así pues, debía ser muy cuidadoso mientras se ganaba la confianza de su propia gente y, aprovechando el engaño, les ayudaba a derrocar al tirano de una vez por todas.
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