Otro relato con las cartas Fatum. Este es el personaje de inicio que salió:
Bárbara que tiene origen en una taberna y una profesión relacionada con demonios. Es aliada de un clérigo e hija de un mercader. Su marca del pasado es la fama en el cementerio por una recompensa. Y su motivación es que fue corrompida por una vidente hermana de un monstruo en una tierra de una civilización avanzada durante un entrenamiento.
La reina de la joya del mar
La vidente nunca se había equivocado y Xana comenzaba a intuir por dónde iría la última de sus crípticas profecías: Cuando los dioses cierren los ojos, abrirás la mano y serás la reina de la joya del mar, pero solo si te adelantas. Sus palabras no habían tenido sentido hasta que Laraed, el clérigo maligno con el que estaba compinchada, le informó de que había perdido su conexión con los dioses, y de que parecía que a todos los demás sacerdotes les pasaba lo mismo, incluidos los del bien. Pero los del bien habían sido demasiado confiados y su magia había dependido por completo de sus dioses, lo que les dejaba indefensos.
Xana puso a trabajar a sus informadores para confirmar esa noticia y empezó a hacer los preparativos para cumplir con su destino. Era ambiciosa, pero había avanzado mucho desde que su madre, una bárbara sin deseos de cuidar una hija, la había abandonado en una taberna a la espera de que pasara por allí su padre, un mercader que tenía un hijo en cada parada de sus viajes. Y pasó, pero se negó a reconocerla, lo que la condenó a vivir de la caridad de los clérigos del bien, cuyos preceptos seguía a rajatabla hasta que, durante un entrenamiento en unas ruinas de una civilización perdida, sin duda más avanzada que ninguna de las actuales conocidas, se encontró con la vidente y su monstruoso hermano.
A la vidente no le había costado convencer a Xana de que cambiara de bando: solo tuvo que darle atisbos de su futuro. Cumpliendo la primera de sus profecías, consiguió una gran recompensa que le proporcionó una buena fama entre los no muertos: un medallón que otorgaba la bendición de protegerlos de los rayos solares con su cercanía, lo que le aseguraba la colaboración de los vampiros más sanguinarios. Sus pequeñas incursiones junto a ellos la habían hecho muy rica.
Lo que planeaba ahora, sin embargo, era más que una incursión en el continente. Era una invasión en plena regla. El caos entre los clérigos se lo pondría fácil, que los grandes señores kulitíes estuvieran todavía ocupados en adaptarse a la nueva situación e invadirse mutuamente le daba una gran ventaja. Ella sería la primera en fijar la vista más allá del archipiélago, en el continente, y por eso podía elegir el mejor objetivo.
Reclutó a un barco completo de vampiros y otros dos repletos de nigromantes, brujos y truhanes de todo tipo para llevar a cabo su invasión a uno de los puertos comerciales más potentes de Dielm, que tenía fama de relucir como una joya cuando la mirabas desde el mar. Llegaron de noche y los defensores perdieron posiciones desde el primer momento. Aun así, aguantaron el tipo con la esperanza de que llegara el amanecer y dispersara parte de la amenaza, pero los vampiros se habían mantenido muy cerca de Xana. En cuanto demostraron ser inmunes a la luz del sol, los defensores de desmoronaron por completo y empezó una desbandada que no llegó a convertirse en masacre porque los no muertos no podían alejarse demasiado de su protectora hasta que cayera la noche.
Los últimos focos de resistencia desaparecieron la noche siguiente y, con el nuevo amanecer, Xana ya no necesitó hacer uso de su medallón, porque la ciudad era suya y los vampiros, saciados, se fueron a reposar en sus nuevas guaridas. Aun así, no descansó hasta tener bien organizados al resto de sus hombres, que, si no eran controlados, se dedicarían al saqueo sin preocuparse por la defensa de lo que acababan de ganar.
Por eso, cuando los hombres del continente reaccionaron e intentaron recuperar el puerto, no lo consiguieron. Por eso, cuando los kulitíes empezaron a mostrar interés por invadir Dielm, ella estaba preparada para ofrecer, a todos los que pagaran con oro o con magia, un puerto franco desde el que comenzar la expansión. La era de los brujos estaba a punto de comenzar y la reina de la joya del mar se iba a aprovechar de esa circunstancia.
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