Este relato lo he hecho para el concurso de cuentos de Navidad de Zenda. Esta semana ya publiqué relato y no pensaba poner este también, pero la temática es tan oportuna para el presente día que no he podido resistir la tentación de publicarlo hoy ^^. Por cierto, ¡feliz Navidad a todos!
Los niños no existen
—Debo confesaros algo. Será duro, pues perderéis la ilusión de la Navidad, pero ya sois mayores para asumirlo. ¡Los niños no existen! —dijo Papá Noel a sus trabajadores elfos que, consternados, comenzaron a gritar, a llorar o a mirar fijamente a su amo con la esperanza de que fuera una broma.
Tardaron un buen rato en calmarse lo suficiente como para que el hombre de rojo les contara cómo había inventado toda la historia para darles algo con lo que ilusionarse cada año y por qué había tomado la decisión de contarles la verdad ahora: se les había ido tanto de las manos, producían tantos juguetes, que su mundo se estaba quedando sin recursos y se encontraba cada vez más contaminado.
A partir de ese día, los elfos vagaron por su hogar de Polo Norte como almas en pena, hasta que uno de ellos decidió que seguirían la tradición de fabricar regalos, pero esta vez para intercambiarlos entre sí mismos. Y, como eran pocos y eso no era suficiente trabajo para cubrir el año completo, el resto del tiempo lo dedicarían a cuidar su mundo para hacer que se recuperara de los excesos de su industria.
Así, de la forma más tonta, los elfos recuperaron su espíritu navideño y Papá Noel respiró aliviado al saber que, cuando la grave enfermedad que le aquejaba se lo llevara de ese mundo, sus pequeños elfos seguirían teniendo una razón para vivir.
Tardaron un buen rato en calmarse lo suficiente como para que el hombre de rojo les contara cómo había inventado toda la historia para darles algo con lo que ilusionarse cada año y por qué había tomado la decisión de contarles la verdad ahora: se les había ido tanto de las manos, producían tantos juguetes, que su mundo se estaba quedando sin recursos y se encontraba cada vez más contaminado.
A partir de ese día, los elfos vagaron por su hogar de Polo Norte como almas en pena, hasta que uno de ellos decidió que seguirían la tradición de fabricar regalos, pero esta vez para intercambiarlos entre sí mismos. Y, como eran pocos y eso no era suficiente trabajo para cubrir el año completo, el resto del tiempo lo dedicarían a cuidar su mundo para hacer que se recuperara de los excesos de su industria.
Así, de la forma más tonta, los elfos recuperaron su espíritu navideño y Papá Noel respiró aliviado al saber que, cuando la grave enfermedad que le aquejaba se lo llevara de ese mundo, sus pequeños elfos seguirían teniendo una razón para vivir.
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Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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