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domingo, 21 de septiembre de 2014

Relato romántico: El propósito

Este relato es de 2012, lo hice para el certamen Musas de la noche. Creo recordar que iba a haber una antología, pero no sé qué pasó con ella ni si se llegó a hacer, así que comparto mi texto aquí ^^.

 El propósito

Cuando le preguntaron cuáles eran sus propósitos de año nuevo, ella dijo simplemente que dejar de buscar el amor. Todas sus amigas se rieron de ella y, cuando vieron que iba en serio, la miraron con caras raras. Claro, todas ellas tenían pareja, no tenían que soportar desastrosas citas, ni relaciones cortas y malas con tíos que parecían muy buenos hasta que te llevaban a la cama, ni las miradas de superioridad de los conocidos con pareja, ni que los familiares se compadecieran de ellas y las obligaran a asistir a citas a ciegas encubiertas, haciéndolas parecer unas desesperadas delante de todo el mundo. No, ellas habían tenido suerte y Carla estaba ya hasta las narices, así que siguió adelante en su empeño a pesar de lo que le dijeron para convencerla de lo contrario. Después de todo, si no buscaba el amor, no se llevaría un chasco tras otro por no encontrarlo.
Pocos días después, estaba tomando algo sola mientras jugueteaba con su móvil cuando un tío guapísimo, de esos que le daban ganas de arrastrarlos a un rincón y hacerles de todo, se acercó a ella. Nada más verle se tambaleó su decisión de dejar de buscar el amor y empezó a fantasear con que él era El Hombre, pero negó con la cabeza para sí y reprimió esas fantasías rápidamente.
─Hola ─dijo él, con una voz sexy y resonante.
─Hola ─respondió ella, fingiendo indiferencia mientras se preguntaba si ese culito era tan magnífico al tacto como parecía desde lejos.
─¿Puedo hablar contigo? ─preguntó el bombón. Ella le miró extrañada.
─¿Nos conocemos?
─No, verás, te sonará extraño, pero no puedes renunciar a encontrar el amor ─dijo el tipo, vacilante.
─¿Perdón?
─Cada vez que alguien renuncia a encontrar el amor, uno de los nuestros enferma y acaba perdiendo su poder hasta hacerse completamente mortal y morir ─explicó él.
─Uno de los vuestros... ─repitió Carla, pellizcándose disimuladamente en la pierna para comprobar que no estaba soñando ese absurdo.
─Sí, somos algo así como los espíritus casamenteros, ¿sabes?
─¿Te han contratado Gema y Ariadna? ─preguntó ella. El bombón la miró interrogante─. Mira, tío, déjalo estar. Les diré que caí en la trampa, así que te pagarán igual por tu numerito.
─No, de verdad que no, hablo en serio. Es importante que me escuches, la vida de alguien está en juego. No puedes dejar de buscar, te lo suplico.
─Mira, esto no tiene gracia.
─Pero es cierto...
─Pues si es cierto, ¡que se joda! Si hubiera hecho bien su trabajo y no me hubiera arrejuntado con esa panda de gilipollas, yo no habría dejado de buscar ─finalizó ella. Recogió todo y se marchó apresuradamente. El tipo la siguió corriendo hasta su casa, intentando que entrara en razón─: ¡Déjame en paz! ¡Llamaré a la policía!
─La policía no puede verme, ya te he dicho que yo soy un espíritu casamentero y...
Carla le cerró la puerta del portal en las narices y se metió en su apartamento, algo aliviada por haberse librado de él.
─Oye, eso ha sido muy grosero, ¿sabes? ─dijo una voz a su espalda. Carla cogió el paraguas que tenía en el perchero de al lado de la puerta y avanzó hacia él gritando:
─¡Fuera de mi casa, psicópata!
Cuando él se acercó, le atizó con su arma improvisada y cayó al suelo por el impulso al atravesar el cuerpo de su oponente sin resistencia alguna.
─Ya te he dicho que no soy de carne y hueso, ¿te has hecho daño? ─preguntó solícito. Ella se alejó de él según se acercaba─. No voy a hacerte daño, sólo quiero que recapacites. Te juro que te tendremos en nuestra lista de prioridades, incluso me ofrezco a acompañarte, pero tu media naranja no está entre la gente que conoces ni entre la gente que conoce a los que conoces, así que tienes que salir ahí fuera a buscarle.
─¿Y dónde está? ─gruñó ella.
─Eso no lo podemos saber, sólo podemos proponerte a personas que parezcan compatibles.
─Sí, ya veo lo compatibles que son los tipos que habéis hecho que se crucen en mi camino, ¡pedazo de inútiles!
─Venga, Carla, no seas así, que nuestro trabajo no es nada fácil. ¿Tienes idea de cuántas personas hay en el mundo?
─Pues eso, son tantas que no merece la pena seguir buscando. El amor verdadero es estadísticamente imposible.
─Para eso tienes nuestra ayuda. Ya te he dicho que me ofrezco a acompañarte en tu búsqueda, pero no puedes renunciar de esta forma, ¡una vida está en juego!
─Está bien ─accedió ella por fin después de un buen rato debatiéndose entre creer esa chaladura o ir directamente al psiquiatra─. ¿Adónde vamos?
***
Pasaron un par de semanas saliendo casi cada día en busca de su alma gemela y, poco a poco, Carla pareció recuperar la ilusión a pesar de que no tuvo demasiado éxito. No obstante, la compañía constante de su espíritu casamentero, al que se había tomado la libertad de apodar Ángel, hizo que las aburridas salidas de soltera se convirtieran en algo agradable con su divertida y extraña forma de ver las cosas. Lo único que tenía que hacer para no parecer una chalada era fingir que hablaba con su móvil mientras hablaba con él, sin parecer por ello poco accesible. Cuando preguntó a su casamentero si a pesar de todo eso no sería un impedimento para que sus potenciales medias naranjas la abordaran, Ángel se limitó a encogerse de hombros y decir que si el tipo estaba realmente interesado se acercaría a ella de todos modos.
Y así, poco a poco, Carla empezó a creer de nuevo en el amor y a dejar de buscarlo, esta vez porque se dio cuenta de que lo había encontrado en el lugar más inesperado. No obstante, se abstuvo de decírselo a Ángel y siguió como si nada hasta que un día cambió todo.
Los hombres, vestidos de traje, entraron en el bar y se dirigieron directamente hacia ellos. Carla, que les había mirado extrañada porque no era su ambiente, se empezó a preocupar seriamente cuando vio la palidez excesiva de Ángel, al que se dirigieron.
─Ya sabes a qué hemos venido, ¿verdad? ─preguntó uno de ellos.
─Ángel, ¿qué ocurre? ─inquirió Carla. Sabía que algo no iba bien pero sin comprender qué.
─Iré con vosotros. ¿Me permitís al menos hablar con ella antes a solas?
Los dos se miraron y finalmente asintieron y se alejaron unos metros.
─¿Qué pasa? ─volvió a preguntar ella, cada vez más preocupada.
─Lo siento, Carla, lo siento de veras. Sabía que tarde o temprano esto pasaría, pero ha merecido la pena.
─No entiendo...
─Yo no podía soportar verte con otro, te quería demasiado y arruiné todas tus posibilidades con los tipos que realmente podían ser tus parejas. Empecé a perder poder, por supuesto, pero en el fondo sabía que no encontrarías a tu alma gemela, porque era yo, así que cuando decidiste dejar de buscar y me di cuenta de que me separarían de ti y me asignarían a otra persona reuní lo poco que quedaba de mi poder y me hice visible. Me lo inventé todo para que me permitieras estar a tu lado. Lo siento de veras, yo sólo quería saber qué se sentía. Necesitaba que supieras que existo y que...
─Se acabó el tiempo ─le interrumpieron los dos tipos. Ángel asintió derrotado.
─Lo siento, Carla ─dijo, antes de ir hacia ellos.
─¡Esperad! ¡No podéis llevároslo! Yo le quiero, él no ha hecho nada malo.
─No sabe lo que dice, señorita, es un perturbado y lamentamos lo que ha pasado. Por supuesto, usted no recordará nada de esto y nos encargaremos personalmente de arreglar el daño que este desalmado ha hecho sobre su vida sentimental.
─¡No! ¡Esperad! ─gritó, pero no sirvió de nada y de pronto se vio sola en el bar, bajo la estupefacta mirada de los otros clientes.
***
─No pienso olvidarme, panda de cretinos ─gritó al aire dos semanas después en cuanto se quedó sola en el parque. Tenía que hacer un auténtico esfuerzo cada mañana para recordar cada momento pasado con Ángel, ya que a pesar de despertar con todo borroso en su memoria, enmarañado como si hubiera sido un mero sueño, había logrado vencer a diario a lo que quiera que hicieran en su mente.
Para colmo, desde ese día desastroso no había parado de toparse, allá donde iba, con hombres  maravillosos que, supuestamente, eran medias naranjas potenciales. Les daba largas a todos, por supuesto, pero no paraban de aparecer más y comenzaba a hartarse
─Ya sabéis a quién quiero, imbéciles. Si no le dejáis en paz y dejáis que vuelva conmigo, juro sobre la tumba de todos mis antepasados que moriré siendo una vieja solterona amargada y que pasaré el resto de mi vida haciendo de Grinch del amor. ¿Me habéis oído?
─¿De veras lo harías? ─preguntó una voz conocida a su espalda. Carla se volvió con una sonrisa de oreja a oreja y se encontró cara a cara con Ángel, que la miraba con adoración. Contuvo el impulso de abrazarle, sabiendo que acabaría atravesándole y dando de bruces contra el suelo, se acercó a él y dijo:
─Por supuesto. ¿Has venido para quedarte realmente? ¿Han entrado en razón?
─Bueno, tus amenazas les han dejado en una posición un tanto delicada, y la situación es tan insólita que no sabían muy bien qué hacer, así que han decidido que lo mejor era devolverme a la Tierra ─respondió él, alzando su mano, y acarició su mejilla suavemente. Sorprendida, agarró su brazo y se dio cuenta de que era real, de carne y hueso.
─¿Cómo?
─Habría sido un poco raro que pasaras el resto de tu vida saliendo con un fantasma ¿no crees?
─¿Entonces... eres humano?
─Eso parece, al menos hasta que te hartes de mí. Nada nos asegura que seamos almas gemelas, sólo que somos muy compatibles. No obstante, si estás dispuesta a correr el ries...
─Por supuesto que lo estoy ─dijo ella, retirando la mano de sus labios para besarle.

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