Este es el primer relato corto de los que organicé la semana pasada con las palabras que me disteis. Os recuerdo que eran gominola, escarcha y repuesto.
Karma
El día empezó mal para Tom: se había quedado sin plaza de garaje por una pequeña inundación y el coche estaba a la intemperie, así que le tocó quitar la escarcha raspando el cristal. Como si no fuera ya lo bastante tarde, se le pinchó una rueda y no fue capaz de poner la de repuesto, así que tuvo que llamar al trabajo para decir que no llegaba a la reunión y que se retrasara un par de horas la firma del contrato. No obstante, le daba demasiada vergüenza decir que no podía estar a tiempo por no saber cambiar un neumático, así que puso una forzada excusa sobre una nueva documentación que había encontrado y podía afectar al contrato.
—Maldito karma —gruñó mientras buscaba el teléfono de un taxi.
Justo entonces, una buena samaritana, que llevaba a sus niños al colegio, se detuvo a ayudarle y la observó cambiar la rueda con eficiencia mientras los pequeños, que habían salido del coche, jugaban a lanzarse bolas de nieve. Una de ellas le dio en plena cara y, tras regañarles su madre, los niños se disculparon y le dieron una bolsa de chuches como compensación.
Cuando por fin pudo ponerse en marcha, tras agradecer con profusión a la mujer su ayuda, corrió al trabajo, preocupado por cómo reaccionaría su jefe por no haber estado para firmar el contrato con unos clientes tan importantes. Llegó con gran retraso y la cara inflamada, como si le hubieran dado un puñetazo, en el lugar donde le había dado la dichosa bola de nieve. No obstante, su jefe, en vez de echarle la bronca del siglo, le abrazó y le agradeció el retraso.
—¿Cómo diablos sabías que estaban al borde de la quiebra técnica? ¡Menos mal que lo has retrasado y que no hemos firmado con ellos, o nos habrían arrastrado al desastre!
Tom disimuló como pudo la sorpresa y fingió saber de lo que le estaba hablando. Poco a poco se fue enterando de todo: habían concertado la firma a primera hora porque hasta media mañana no se iba a dar la noticia de su mala situación económica, así que retrasar la reunión les había dado tiempo para enterarse y detener la operación a tiempo.
Un rato después, tras ser tratado como un héroe por todos sus compañeros (que pensaban que se había hecho el moratón en el ojo por meter las narices en los asuntos de los que les iban a estafar), se encerró en su despacho y suspiró aliviado. Luego, sacó una gominola de la bolsa que le había dado el niño y la saboreó mientras pensaba en el karma y se prometía no dudar más de él.
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Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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