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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

sábado, 23 de septiembre de 2017

El día que piloté una avioneta

Los que me conocéis desde hace un tiempo sabéis que llevo mucho diciendo que quería pilotar una avioneta. Era un cupón que me encontré más o menos por la fecha que hice el viaje en globo, pero por entonces el presupuesto solo me permitía una de las dos actividades y elegí el globo. Luego, cuando tuve dinero, ya no estaba el cupón y no ha vuelto a haber uno hasta hace poco. 
Nada más verlo lo compré, a pesar de que mi horrorizada madre intentó detenerme diciendo que, si todavía me lío con el coche y llevo un año y pico con el carnet aprobado, ¿cómo se me ocurría pilotar una avioneta?
-Pues por eso, mamá -le respondí-. Porque con este cupón tendré a un instructor al lado que puede hacerse cargo de los mandos si la lío parda.
yo con la avioneta
Así pues, mi resignada madre me vio partir rumbo al aeródromo de Camarenilla, donde entregué mi cupón y me condujeron hasta el ultraligero que estaba a punto de pilotar.
En este punto debería decir que me da un poco de miedo volar. Nunca he dejado que eso me detenga, pero lo cierto es que mi nivel de estrés se incrementa varios puntos cuando me subo en uno de esos aparatos, en especial durante el despegue y mucho más durante el aterrizaje, momento en el cual tiendo a marearme.
En parte también lo he hecho por eso: porque creo que los miedos se curan con tratamiento de choque. Me curé el miedo a hablar en público apuntándome a todas las actividades que implicaban hablar en público durante la carrera: pues con el miedo a los aparatos voladores tiene que ser más o menos lo mismo.
yo con la avioneta
Antes de meterme en el avión, el profesor me explicó todas las partes del mismo, habló de sus características y de cómo funciona. Básicamente se maneja con una palanca y dos pedales: uno para cada dirección. Parece fácil, pero aun así tenía miedo de liarme. Mi madre tiene razón, no tengo coordinación ninguna, soy por naturaleza una torpe sin remedio. Por eso me cuesta tanto pasarme los videojuegos que requieren el uso de más de dos botones ^^.
El despegue y el aterrizaje los realizaba el instructor (básicamente, por eso seguimos vivos los dos) pero, una vez en el aire, me dejó manejar los controles. Parece fácil, pero como aprietes un poco más de la cuenta (lo cual es fácil) te pasas y puedes liarla. Lo importante era ver tres-cuatro dedos de paisaje, ni más ni menos, y que una bolita se mantuviera centrada cuando girabas. No creo que se me diera muy bien, pero, a pesar del miedo y de la amenaza de mareo (eso se agita como un bote en mar revuelta), conseguí no estrellar el avión.
Ahí va un minivídeo que grabó el instructor:
  
En definitiva, me lo pasé pipa, aunque, teniendo en cuenta mi torpeza, lo lejos que está de casa y lo caro que resulta, no sé si repetiría la experiencia.

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lunes, 18 de septiembre de 2017

¡Entrevista en La orilla de las letras!

Podéis leerla en este enlace, pero id con tiempo, ¡que me enrollo un montón!

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sábado, 16 de septiembre de 2017

Escapada a Santander: día 3-4: Ruta de Senderismo La Maruca-Faro de Cabo Mayor

Una de las cosas que aparecían en el famoso plano que nos dieron en información turística era un Castillo. Bueno, no aparecía en el plano. Salía una flecha diciendo que en esa dirección llegas al castillo. Y yo ya sabéis que es ver la palabra "castillo" y querer ir. También había otra cosa que me apetecía ver en esa zona que se salía del plano: el Faro de Cabo Mayor. Así que fuimos otra vez a la oficina de información turística donde nos dieron información de una ruta de senderismo. Nos debió de ver con pinta, no sé. Pero, como en la información decía que era fácil, la chica nos dijo que era precioso (y que la hiciéramos al revés) y yo tenía mi espinita clavada por no haber podido hacer el Camino de Santiago este año, decidimos hacerla.

El Castillo (por llamarlo de alguna forma) de la Corbanera

Para llegar cogimos directamente el autobús que iba hasta el castillo. Se supone que es una fortificación de las Guerras Carlistas, declarada bien de interés cultural. Lo que es en realidad: un timo. Tal cual. La gente ha adosado sus casas y sus parabólicas, y es propiedad privada. Está para el arrastre. Como está, mejor no anunciarlo como punto turístico, porque verlo genera cabreo más que otra cosa. Ni foto que le hice (vuelvo a decir, la casa particular de alguien está literalmente apoyada en la muralla y lo que se ve alrededor es el jardín privado de alguien). Con razón nadie de Santander sabía decirnos nada del castillo.

La Maruca y el centro de interpretación del litoral

panorámica de La Maruca
Panorámica de La Maruca
La Maruca es básicamente una playa de piedra, muy bonita, eso sí. Al lado está el centro de interpretación del litoral, al que entramos por curiosidad. Está muy orientado a enseñar a los niños cosas sobre la costa y el reciclaje, me parece estupendo y la empleada era un encanto. Además, allí conseguimos (por fin, y a buenas horas) un plano en condiciones de Santander, además de información sobre la ruta que íbamos a realizar. Tras la visita, nos pusimos en marcha.

A hacer senderismo, como si tuviera costumbre...

Todo sea dicho, si hubiéramos hecho la ruta en la dirección correcta, no como nos recomendó la chica de información turística, hubiera sido perfecto. Pero lo hicimos al revés y, como ya he dicho, había tenido problemas de salud antes del viaje (vamos, que no iba muy en forma), lo que implicó que la horrible cuesta ascendente del último tramo (si lo hubiéramos hecho en la dirección correcta hubiera sido una bajada ligera) justo cuando salió el sol (que ya es mala leche) me dejó para el arrastre.
Pero el resto del recorrido, a lo largo de todos los acantilados, es sencillo y tiene unas vistas espectaculares, de veras que merece la pena.
Puntos de interés en la ruta de senderismo La maruca-Faro de Cabo Mayor
Puntos de interés en la ruta de senderismo La maruca-Faro de Cabo Mayor
Cuando por fin llegamos al Faro de Cabo Mayor (las fotos que molan están en la entrada anterior, de cerca no es tan espectacular) nos echamos una botella de agua en la cabeza y me metí dentro del museo del faro, donde hay cosas relacionadas con él y una pequeña exposición de pintura. Por desgracia, aunque no cerraba hasta un cuarto de hora más tarde, la empleada no paraba de perseguir a la gente para decir que iba a cerrar y que nos fuéramos ya. No es muy agradable ese tipo de acoso, así que lo vi rápido y me largué, aunque me dieron ganas de quedarme hasta la hora en punto, solo por fastidiarla. Menuda maleducada.

La última tarde

Pero bueno, al menos el ratito de descanso me ayudó a recuperarme un poco de la subida, y luego nos sentamos al lado de un camping a tomarnos los bocatas. La idea inicial era bajar andando toda la costa y bordear hasta el hotel, para ver, de paso, el Casino. Eso hubiera ocupado toda la tarde y hubiéramos aprovechado para volver a andar por la orilla del mar. No obstante, estaba tan para el arrastre que cogimos un autobús y vimos esa zona desde el mismo.
Descansamos un buen rato en el hotel y luego fuimos a algo que habíamos visto desde el bus de subida a La Maruca: una feria romana. Tenía muchos puestos, que eran más de lo mismo que en cualquier mercadillo medieval-renacentista-romano... de cualquier lugar de España. Con una salvedad: tenían muchas actividades y cositas no industriales como tiro con arco, juegos para niños, básculas antiguas... Curioso. Allí me tomé un bizcocho que sabía un poco a industrial (vaya con la artesanía de las ferias...) y compré un árbol de la vida, siempre quise uno aunque no uso colgantes.
Tras la visita a la feria volvimos a la zona centro, subimos a la azotea del centro Botín (donde tampoco se veía gran cosa) y buscamos una tienda de souvenirs. Ya sabéis que colecciono marcapáginas; pues resultaba una odisea encontrar uno de la zona. Aunque parezca mentira, no hay apenas tiendas de recuerdos y las que hay son pequeñas y escasean los artículos menos típicos. Al final encontré tres, dos de los cuales eran un poco feos, y compré el otro.

La última mañana

santanderEl tren salía a mediodía y la idea era hacer lo que no pudimos la tarde anterior: pasear por la orilla. Por desgracia, la lluvia que llevaba amenazando desde que llegamos decidió ponerse en marcha y tocó volver a cambiar los planes, así que compramos un paraguas y paseamos por las desiertas (era domingo) calles del centro, bajo la lluvia, hasta que llegó la hora de despedirnos de la ciudad y coger el Alvia de vuelta a Madrid.

Extra: vídeo resumen del viaje



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sábado, 9 de septiembre de 2017

Escapada a Santander: día 2 Santander Bahia Tours y Centro

Después de una panzada a dormir de las que hacen historia (la necesitaba) empezamos el segundo día por Santander con un plan muy especial. Y es que mi compañera de trabajo, que es de la zona, me recomendó hacer un tour por mar. Ya sabéis que a mí me gusta mucho eso de los tours y de que me digan lo que estoy viendo, así que, como el precio era razonable, decidimos apuntarnos.

Santander Bahia Tours

santander
Algunas de las vistas desde el tour
Empieza en el dique de Gamazo y hace un recorrido por toda la costa, tanto por la zona más hacia el centro como la penísula de la Magdalena, tras lo cual sube hasta la zona del faro de Cabo Mayor, en todo momento con un guía muy majo que explicaba datos interesantes sobre la historia de la ciudad, su relación con el mar... Tanto las vistas como lo que se cuenta sobre Santander merecen la pena, ¡lo recomiendo! Además, hay un ratito sin explicaciones donde se nos acercó a un punto donde tirarse buenas fotos ^^.
Tras el tour hicimos algo que llevábamos mucho queriendo hacer: meter los pies en el mar y pasear por la orilla de la playa. No soy muy de bañarme, pero un paseo por la orilla es genial, sienta divinamente. Y el agua no estaba tan helada como esperábamos, así que perfecto.

El centro de Santander

Después del tour y de meter los pies en agua fuimos a tomar una pizza y a relajarnos al hotel, donde estudiamos el plano que nos habían dado en la información turística. Era un mapa de calles con puntos de interés, pero había demasiados marcados y muchos no estaban nada claros cuando llegabas al sitio. La verdad, no ayudaba en absoluto. Por suerte, todo está más o menos cerca y, aunque las indicaciones no sean muy buenas, más o menos logramos ver los parques y edificios más importantes: la catedral (inmensa por fuera pero con techos sorprendentemente bajos por dentro), el ayuntamiento, varios edificios de bancos y de interés cultural, algunas plazas...
santander
Edificio cuco, catedral y ayuntamiento
Encontramos a lo largo de las exploraciones varios carteles que hablaban de puntos que había que ver en un anillo cultural, pero eran para bajar una app y, aunque había mapa dibujado, no te indicaban dónde estabas, por lo que no servían para nada a la hora de encontrar el destino que buscabas y orientarte. La idea no era mala, pero el desarrollo no tenía sentido. Hubo un par de museos de dicho anillo que me hubiera gustado encontrar pero, como no estaban bien indicados y no salían en el famoso plano que nos habían dado, no los localizamos.
Durante la búsqueda de uno de ellos, por cierto, nos topamos con una librería de segunda mano, una feria de artesanía y una feria del disco antiguo y de ocasión donde había música en directo, así que al menos el paseo no fue en balde ^^.

Mención especial: el helado de Regma

Una de las cosas en las que insistió mucho mi compi de trabajo era que tenía que comer un helado en Regma porque tienen bolas muy grandes. Así que fui a la heladería con altas expectativas... ¡y aun así las superó todas! Eso no es una bola, señores, es un bolón. Nada más alejado de la típica que cubre la galleta y ya, estas son tan inmensas que parece como tres superpuestas y sobresalen tanto que es difícil comérselo a tiempo antes de que empiece a deshacerse y te pringues toda. Nunca había visto nada igual, de veras. Además, están bien ricos. Visita imprescindible, hay sedes por toda la ciudad. Eso sí, mejor ir con el estómago vacío ^^.

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sábado, 2 de septiembre de 2017

Escapada a Santander: día 1. Palacio de la Magdalena

Como ya habréis visto por twitter y facebook, me escapé hace unos días a Santander. La idea inicial era hacer el Camino de Santiago este año, pero el cambio de trabajo lo hizo inviable. De todas formas, por problemas de salud tampoco habría podido hacerlo, así que al final tocó hacer planes a última hora y decidí llevarme a mi madre unos días al norte con una oferta de atrápalo que incluía el Alvia y el hotel. Del tren poco diré, aunque había paisaje que ver en buena parte del trayecto, me lo pasé durmiendo o leyendo. Pero sí que hay que hacer mención especial (pero no por bueno) al dichoso hotel.

Lo peor: El hotel City House Alisas:

Decir que era un desastre cutre es quedarse corto. Había cucarachas pequeñas en el baño de la habitación y, aunque avisamos, no hicieron por cambiarnos a otra donde no hubiera ese problema. Por no hacer, no creo ni que echaran insecticida. El problema de suciedad no era solo en la habitación: en algún momento, en la iglesia de al lado tiraron confeti y se coló en la recepción del hotel: días después, al marcharnos, seguían sin haber barrido el confeti del suelo del hotel.
La ventilación era inexistente, al entrar en la habitación daba una bofetada de olor a sótano y hacía tanto bochorno dentro que estabas mejor en la calle que en la cama. Para rematar, camas duras e incómodas, y ruidosa. Solo hay que reconocerle una cosa positiva: la ubicación es muy buena: al lado de la estación de tren y bus y a un paseo corto del centro. Y el desayuno era aceptable. Por lo demás, fatal, y más yo, acostumbrada a ir a hotelitos de cuatro estrellas. Podría haber aguantado cualquier cosa sin quejarme, pero la suciedad y las cucarachas... ¡puaj! No llega al nivel de horror que en la isla de Skye, pero casi.

El primer día: El palacio de la Magdalena

imágenes de Santander
Edificio Santander, monumento a José Hierro y yo con los raqueros
Llegamos a media mañana, soltamos la maleta y nos fuimos directas en busca del mar. Lo primero que encontramos, tras un rato de caminata, fue el espantoso centro Botín. Es un edificio feo, que no pega con el entorno y que estropea mucho las vistas (ni le tiré foto, ¿para qué?, de veras que es muy feo), la verdad es que fue una mala primera impresión. Afortunadamente, el parque en el que se encuentra y el resto de la ciudad es muy bonito.
Tras buscar una oficina de información turística donde nos dieron un plano no muy bueno (ya hablaré sobre la información turística de la ciudad y la señalización, ¿cómo puede complicarse tanto en un sitio donde las calles son más o menos rectas?), continuamos caminando por el puerto (¡qué bien oler el mar después de tanto tiempo!) mientras buscábamos un sitio barato donde comer (al final, fue más rápido comprar embutido en un supermercado y hacerse un sandwich) y nos encontramos con varios puntos de interés turístico como la grúa de piedra, las estatuas de los raqueros, el monumento a José Hierro...
Pero, aunque el tiempo no acompañaba (se agradecía la bajada de temperatura, eso sí), de lo que había ganas era de playa, así que seguimos hasta dar con una y paseamos por las tablas de madera hasta llegar a la península de la Magdalena. Y, ya que estábamos allí, había que subir al palacio.
No sabíamos que se pudiera entrar, fallo mío, pero el parque que conduce a él es muy chulo y tiene numerosas tallas en madera escondidas en el césped. Además, el palacio, especialmente la parte de atrás, es una preciosidad y las vistas son maravillosas (está en la cima de un precioso acantilado). Aunque, después del madrugón y de la semana que llevábamos (problemas de salud + obras en casa, no diré más...) acabamos agotadas de tanta caminata, así que, tras ver el palacio y la zona de las focas, hicimos el camino a la inversa hacia el hotel y nos fuimos a la cama con las gallinas.
santander
Yo por la playa, el Palacio de la Magdalena y auténtico mascarón de proa en la península de la Magdalena.
Día 2: Santander Bahia Tours y centro histórico 
Día 3: Ruta de senderismo

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