No me da la gana
Érase una vez una elegida de los ángeles para vencer en la batalla contra el mal. Pero ella no estaba por la labor y, cuando los siervos del bien le anunciaron su destino, ella les contestó:
-Eso será si a mí me da la gana.
Los ángeles no podían creerse que su elegida estuviera tan poco entusiasmada con la idea de hacer el bien, pero ya no había vuelta atrás y tenían que reconducirla por el buen camino. Tanta atención sobre una mortal puso en guardia a los demonios, que decidieron que, dado que no quería ser la elegida de los ángeles, sería la suya. No obstante, cuando se presentaron en su casa para anunciarle su nuevo destino, ella les contestó:
-Eso será si a mí me da la gana.
A partir de entonces, ambas facciones pusieron en ella toda su atención para llevarla a su terreno. Los ángeles le mostraban cómo sería para todos el mundo si ella aceptaba convertirse en su elegida haciendo que ocurrieran cosas buenas a su alrededor, como cuando se le acabó la gasolina y un joven que pasaba por ahí, con una bondad inspirada por un ángel, compartió con ella su combustible. En cuanto a los demonios, cuando vieron que las amenazas no surtían efecto, intentaron tentarla con todo tipo de sobornos, desde un banquete de cangrejos, su plato favorito, hasta varios sorteos amañados que le tocaron. Pero siempre que le pedían, unos y otros, que se uniera a su bando, ella respondía:
-No me da la gana.
Y es que la joven tenía un secreto. Porque otra facción ya se había puesto en contacto con ella, una que quería una única cosa: que ángeles y demonios dejaran de interferir en los asuntos de los humanos. Así, la obsesión de las criaturas por atraerla a su bando les hizo perder de vista su naturaleza. Con cada "no me da la gana unirme a tu bando", ángeles y demonios fueron acortando distancias. Los ángeles, desesperados, empezaron a amenazarla y a tentarla con sobornos disfrazados de milagros, mientras que los demonios comenzaron a hacer pequeños milagros para ella, como curar a un amigo suyo que tenía un cáncer incurable.
Finalmente, llegó un momento en el que era imposible distinguir a ángeles de demonios y todos acabaron por perder su esencia. El resto era inevitable: un mundo en el que los humanos podían vivir sin intervenciones sobrenaturales.
-Eso será si a mí me da la gana.
Los ángeles no podían creerse que su elegida estuviera tan poco entusiasmada con la idea de hacer el bien, pero ya no había vuelta atrás y tenían que reconducirla por el buen camino. Tanta atención sobre una mortal puso en guardia a los demonios, que decidieron que, dado que no quería ser la elegida de los ángeles, sería la suya. No obstante, cuando se presentaron en su casa para anunciarle su nuevo destino, ella les contestó:
-Eso será si a mí me da la gana.
A partir de entonces, ambas facciones pusieron en ella toda su atención para llevarla a su terreno. Los ángeles le mostraban cómo sería para todos el mundo si ella aceptaba convertirse en su elegida haciendo que ocurrieran cosas buenas a su alrededor, como cuando se le acabó la gasolina y un joven que pasaba por ahí, con una bondad inspirada por un ángel, compartió con ella su combustible. En cuanto a los demonios, cuando vieron que las amenazas no surtían efecto, intentaron tentarla con todo tipo de sobornos, desde un banquete de cangrejos, su plato favorito, hasta varios sorteos amañados que le tocaron. Pero siempre que le pedían, unos y otros, que se uniera a su bando, ella respondía:
-No me da la gana.
Y es que la joven tenía un secreto. Porque otra facción ya se había puesto en contacto con ella, una que quería una única cosa: que ángeles y demonios dejaran de interferir en los asuntos de los humanos. Así, la obsesión de las criaturas por atraerla a su bando les hizo perder de vista su naturaleza. Con cada "no me da la gana unirme a tu bando", ángeles y demonios fueron acortando distancias. Los ángeles, desesperados, empezaron a amenazarla y a tentarla con sobornos disfrazados de milagros, mientras que los demonios comenzaron a hacer pequeños milagros para ella, como curar a un amigo suyo que tenía un cáncer incurable.
Finalmente, llegó un momento en el que era imposible distinguir a ángeles de demonios y todos acabaron por perder su esencia. El resto era inevitable: un mundo en el que los humanos podían vivir sin intervenciones sobrenaturales.
Maravilloso, como siempre
ResponderEliminarGracias :)
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