El relato de hoy tenía una consigna un tanto misteriosa... "Tu protagonista es de tu color favorito. ¿Qué implica eso en su mundo?". No tengo preferencia por ningún en especial, me va según el día. Así que nada, dejaré que mi protagonista sea de color azul.
Azules
Los azules no habían nacido para ir a tierra. Esta era demasiado marrón o demasiado verde, por lo que llamaban demasiado la atención y eran presa fácil para los depredadores. Al menos, esa era la excusa que se había dado desde hacía miles de años, antes de que Ciudad de Mar empezara a comerciar con la superficie. No obstante, para aquel entonces la costumbre ya estaba muy arraigada y los azules siguieron con sus vidas subacuáticas, sin demasiadas ganas de ver qué había ahí arriba y dejando a los verdes y a los marrones las relaciones con el exterior.
Concha, sin embargo, no estaba dispuesta a dejar que su color de piel fuera un limitante. Era la más azul de entre los azules, pero iría en la próxima expedición a tierra costara lo que costara, así que se dirigió a la oficina de relaciones con el exterior para exigir que le dejaran participar en la siguiente misión comercial.
Lo cierto es que no le costó nada, ya que no había una prohibición expresa para que los azules salieran a la superficie. Se llevó muchas miradas de extrañeza, pero nadie puso ninguna pega y pudo, por fin, ver la tierra de la que tanto había oído hablar.
Se sintió un poco extraña cuando salieron, pero estaba tan entusiasmada que no le dio mayor importancia y siguió alejándose del agua, rumbo hacia el punto de encuentro, junto con sus compañeros de la misión, compuesta por científicos, soldados y, sobre todo, comerciantes.
Fue el día más agotador de su existencia, pero también el más emocionante. Y también el último. Porque siglos de evolución habían hecho que los verdes y los marrones se adaptaran a vivir en el exterior, mientras que los azules fueron perdiendo, poco a poco, esas facultades. Ya cuando se empezó a comerciar con tierra y tuvieron oportunidad de salir, los azules se dieron cuenta de que no se sentían cómodos ahí arriba, por lo que todos decidieron quedarse en su mundo submarino. Siglos después, su habilidad para sobrevivir en un medio aéreo y seco se había mermado todavía más y el organismo de Concha, tras tantas horas fuera de su entorno natural, simplemente no pudo soportarlo.
La muerte de Concha hizo que las autoridades decidieran prohibir a los azules, por su propio bien, subir a la superficie. Los azules, que nunca habían sentido ninguna tentación de ver qué había ahí arriba, se sintieron discriminados y fueron conscientes, por primera vez, de sus diferencias. Esa consciencia fue la semilla que, décadas después, daría paso a la revuelta de los azules y al colapso de Ciudad de Mar.
A veces, un solo individuo que se sale de la costumbre es suficiente para que caiga una civilización. Y es por eso, verdes y marrones, por lo que cualquier atisbo de pensamiento divergente debe ser duramente castigado, especialmente si viene de un azul.
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