Este relato lo escribí hace muchísimo tiempo para un concurso. No gané, pero quedé "seleccionada" para participar en la antología, con la condición de que aportara 60€, que se me devolverían en forma de 12 ejemplares. Dado que me olía a chamusquina (¿5€ como coste unitario para una antología de microrrelatos que probablemente no llegara a las 100 páginas? No cuela... Además ¿para qué quería yo tantos ejemplares?) decidí declinar su oferta y el relato se perdió en una maraña de archivos... hasta hoy.
Los amores de su vida
Siempre había sido una
persona que se enamoraba con facilidad, no podía evitarlo. Pero no
era tan fácil dejar de amar, y mucho menos cuando su amor era
correspondido. Así que nunca se planteó la posibilidad de ser
monógama, y decidió mantener varias relaciones a la vez, sin que
ellos lo supieran en ningún momento.
Primero estaba Martín,
su marido, con el que había compartido su vida desde el instituto.
Luego estaba Pierre, del que se había enamorado durante su viaje de
erasmus y con el que se veía siempre que tenía que viajar a Francia
por trabajo, manteniendo entre tanto una relación a distancia por
e-mail. Tampoco había podido renunciar a Mario, su compañero de
trabajo, también casado y atrapado en un matrimonio sin futuro, con
el que mantenía un apasionado affaire. Y, por supuesto, estaba
Bruno, su amigo gay, que al final había resultado ser bisexual y
sentir algo profundo por ella.
Estaba realmente
estresada, porque compatibilizar tantas relaciones en su día a día
la dejaba el tiempo justo para dedicarlo a sí misma, y cada vez se
sentía más vieja y fea, menos capaz de resultar atractiva a sus
hombres. Vivía con miedo a perderles, a no ser capaz de
contentarles, pero estaba atrapada en su maraña de relaciones y no
veía qué podía hacer, pues era impensable que ellos comprendieran.
Ellos lo notaban y no
podían evitar preocuparse, pero no conseguían que les abriera lo
suficiente su corazón como para confesar. Finalmente, pasó lo que
tenía que pasar: ellos supieron de los otros y no pudieron
soportarlo, así que escribió cuatro cartas y las envió a sus
cuatro amores, se encerró en la cocina y ató los dos extremos de
una cuerda a su cuello y la lámpara del techo. Quizás aprendieran a
perdonarla. Quizás, una vez en el cielo, ellos pudieran comprender y
aceptar que su amor no era exclusivo.
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Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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