Este relato lo he escrito para el concurso de historias de viajes de Zenda, cuya consigna es: "cuéntanos una historia de viajes, ambientada este verano". Este verano post-Covid es un poco complicado (ha sido una odisea idear mi propio viaje, no hablemos de uno imaginario) y me ha costado poner a trabajar a las musas, pero ha salido un relato tierno que me complace bastante. Ya me diréis qué os parece...
El viejo cuaderno gastado
Su niño vivía para viajar: solo veía la felicidad plena en su rostro cuando paseaba entre ruinas antiguas o se encontraba en lugares fascinantes. Allí, inventaba mil historias estrafalarias que mezclaban lo que leía en los libros con lo que veía en las películas y se las narraba en voz alta; era el único momento en que dejaba de estar tan callado y serio.
Este verano, había pensado llevarle a China, pero la pandemia le había hecho cambiar los planes y ni la situación ni su economía después del ERTE le permitían llevarle muy lejos. La decepción de su niño fue terrible, ni siquiera los relatos de su viejo cuaderno gastado sirvieron para consolarle. Por eso, cuando se quedó dormido con la televisión puesta y le despertó el duelo de tiros de la película del Oeste que echaban, casi se puso a llorar por el alivio de haber dado con la solución.
Le llevó al desierto de Tabernas, donde su niño pronto puso esa cara entre ilusionada y fascinada que era tan preciada para él. Entonces, se obró la magia. Mientras paseaban bajo el sol abrasador, armados con sombrillas, ingentes cantidades de crema solar, mucha agua y las mascarillas, por si se cruzaban con alguien en ese lugar desolado, su niño comenzó a contarle en voz alta lo que pasaba por su cabeza. Era una mezcla de película del Oeste, distopía postapocalíptica e historia de marcianos, pero le prestó toda su atención para recordar lo máximo posible. Así, podría transcribirlo por la noche en el viejo cuaderno gastado. Solo gracias a eso, cuando volvieran a la aburrida rutina y no hubiera forma de llevarle lejos, podrían releer juntos ese relato, junto a todas las otras historias surgidas de sus viajes juntos, y conseguiría arrancarle a su niño una sonrisa.
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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia
Deborah, pues tus musas se han ganado “el sueldo”. Te ha quedado un relato tierno y conmovedor, que bien refleja la realidad de muchos de nosotros, el equilibrio de este verano entre salud y economía maltrecha.
ResponderEliminarYo también participo en el concurso de Zenda, pero con un estilo un tanto distinto. Suerte.
https://elpedrete2.blogspot.com/2020/07/zenda-carretera-y-manta.html