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sábado, 13 de agosto de 2016

Relato: La alternativa a las mates

Como recordaréis mi solicitud de palabras para el reto Vuestras consignas, mi relato tuvo un éxito abrumador en facebook y decidí hacer cuatro relatos:
Los dos primeros ya están publicados, así que hoy toca uno con las palabras cuaderno, sueño, teléfono móvil.

La alternativa a las mates

Darla llevaba horas haciendo los deberes, así que decidió hacer una pausa. Lo malo era que estaba castigada sin teléfono móvil hasta que los acabara. Pero no podía más; hacer multiplicaciones le aburría tanto que le entraba hasta sueño, así que se podría decir que tomarse un descanso era una necesidad. Abrió la puerta de su cuarto con lentitud y se acercó sigilosamente al lugar donde su madre había dejado el teléfono. Estaba a punto de agarrarlo cuando escuchó a sus espaldas:
-¿Has acabado los deberes?
Su madre, cabreada, no atendió a razones y se negó a dejarle el móvil, ni siquiera cinco minutos, hasta que no hubiera hecho sus tareas. Enfurruñada, Darla volvió a su cuarto y cerró con un portazo. El libro de matemáticas la esperaba en el escritorio, así que se tumbó en la cama y buscó algo con lo que entretenerse. No había nada en su habitación salvo el ordenador, que tampoco podía usar porque su madre le había requisado la batería y los cables para conectarlo directamente a la corriente eléctrica. Los juguetes eran de cuando era pequeña; no tenía intención de ponerse a jugar con ellos. 
Frustrada, cogió un cuaderno y se dispuso a escribir lo mucho que odiaba estar castigada. Pero no, eso le parecía una pérdida de tiempo, ¿quién iba a querer leer eso? Mejor escribiría sobre un mundo donde no existieran las matemáticas. Y donde el chico que le gustaba se fijaba en ella. O quizás...
Una hora después, su madre se asomó y la encontró muy concentrada, escribiendo sin parar en su cuaderno.
-¿Has acabado los deberes? -volvió a preguntar, en tono autoritario..
-No -confesó su hija.
-¿Y qué has hecho en todo este rato?
-Escribir.
La mujer se quedó un poco descolocada, sin saber si regañarla o no. Cierto, las cuentas todavía estaban sin hacer, pero al menos no había estado enganchada a una pantalla todo ese rato. Aun así, seguía sin obedecer y eso pesó más que el resto.
-Anda, anda -dijo, suavizando el tono y quitándole el cuaderno de las manos a su hija-. Acaba los deberes de una vez. ¡Ya escribirás después!
Darla puso los ojos en blanco y volvió a enfrentarse al horrible libro de matemáticas. Hizo operaciones un rato, pero volvió a cansarse pronto y buscó algo con lo que entretenerse. No había nada salvo... salvo los libros. No le iba eso de leer, pero cualquier cosa era mejor que las mates. Empezó uno finito que le habían regalado sus tíos y que no se había molestado en abrir. No estaba mal. De hecho, era divertido. Por desgracia, cuando llegó a la parte más interesante su madre volvió a asomarse.
-¿Has acabado los deberes?
-No -le dijo Darla, molesta por la interrupción y sin apartar la vista de las páginas que estaba leyendo.
Su madre se quedó aún más descolocada: lo de castigar a su hija sin leer era superior a sus fuerzas. Aun así, tenía que imponer su autoridad, así que le quitó el libro y, sin salir de la habitación, le dijo:
-Por cada cuenta que hagas te dejaré leer dos páginas.
Su hija no tuvo más remedio que aceptar el trato y acabó los deberes de matemáticas en un tiempo récord. Levantado el castigo, lo primero que hizo fue arrebatarle el libro a su madre y terminárselo. Luego, fue a por su cuaderno y continuó su historia por donde la había dejado. El móvil y los cables del ordenador se quedaron olvidados en el sitio donde los había dejado y su madre no supo si sentirse satisfecha o desesperarse: su hija había encontrado nuevas aficiones que no implicaban engancharse a una pantalla, pero ahora, cada vez que la castigara, se iba a sentir culpable por prohibirle leer o escribir.

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