Otro relato basado en un lanzamiento de dados para el reto de escritura creativa.
El gigante
Adolf siempre había sido un don Nadie hasta que encontró a ese bebé de gigante abandonado junto a la fuente. Nunca supo por qué apareció allí, ni qué fue de los gigantes que lo engendraron; no le interesaba saberlo y no se molestó en hacer averiguaciones. Lo importante era que tenía un arma en potencia y se lo llevó de allí a un lugar aislado para criarlo de forma que le fuera útil en el futuro.
Mientras crecía, le enseñó a obedecer cualquier orden que le gritaran, fuera lo desagradable que fuera. Años después, cuando creyó que estaba listo, le llevó a arrasar el pueblo donde, si los habitantes no hacían lo que exigiera, serían aplastados por su gigante.
El problema era que, al haberse criado tan solo, el gigante no había aprendido a distinguir las órdenes de Adolf de las de los demás. Así que, cuando le ordenó que matara a una familia y la madre gritó "¡No, no nos mates!" el gigante se detuvo, confuso. Volvió a darle la orden, pero más miembros de la familia se unieron a la súplica y el gigante, al recibir indicaciones contradictorias, no sabía qué hacer. Adolf estaba tan furioso que siguió gritándole insultos y órdenes a su gigante, sin darse cuenta de que el resto de los aldeanos se le acercaban hasta que fue demasiado tarde y le acallaron para siempre.
Les quedaba decidir qué hacer con el gigante, pero pronto se percataron de que, sin la guía de Adolf, era inofensivo. Y muy útil, si aprendían a manejarle. Tanto, que podía ayudarles a dejar de ser un pueblo insignificante y a dominar la región. Eso sí, no iban a caer en los errores de Adolf: le enseñarían bien que solo debía obedecer a la gente del pueblo y que no debía hacer caso a ningún desconocido...
Mientras crecía, le enseñó a obedecer cualquier orden que le gritaran, fuera lo desagradable que fuera. Años después, cuando creyó que estaba listo, le llevó a arrasar el pueblo donde, si los habitantes no hacían lo que exigiera, serían aplastados por su gigante.
El problema era que, al haberse criado tan solo, el gigante no había aprendido a distinguir las órdenes de Adolf de las de los demás. Así que, cuando le ordenó que matara a una familia y la madre gritó "¡No, no nos mates!" el gigante se detuvo, confuso. Volvió a darle la orden, pero más miembros de la familia se unieron a la súplica y el gigante, al recibir indicaciones contradictorias, no sabía qué hacer. Adolf estaba tan furioso que siguió gritándole insultos y órdenes a su gigante, sin darse cuenta de que el resto de los aldeanos se le acercaban hasta que fue demasiado tarde y le acallaron para siempre.
Les quedaba decidir qué hacer con el gigante, pero pronto se percataron de que, sin la guía de Adolf, era inofensivo. Y muy útil, si aprendían a manejarle. Tanto, que podía ayudarles a dejar de ser un pueblo insignificante y a dominar la región. Eso sí, no iban a caer en los errores de Adolf: le enseñarían bien que solo debía obedecer a la gente del pueblo y que no debía hacer caso a ningún desconocido...
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