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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

martes, 23 de marzo de 2021

Relato: Lucha desigual

Portada del relato corto de fantasía Lucha desigual
Harto de que tantos jóvenes quisieran ser su aprendiz, Locquard puso como requisito para lograrlo que fueran capaces de vencer en una lucha desigual. No daba más detalles, pero todos sabían que, hasta el momento, nadie había logrado superar la prueba y convertirse en su pupilo. Aun así, no había semana en la que no se presentaran al menos tres o cuatro estúpidos en su puerta, creyéndose lo bastante especiales como para sobrevivir donde tantos otros habían fracasado.
Cuando les ponía delante de la pantera, sin armas ni lugar a donde huir, ya no eran tan gallitos. De hecho, la mayoría intentaba correr más rápido que el felino o se lanzaba como un suicida contra sus garras en un intento de tomarlo por sorpresa.
Luego llegó ese chico pelirrojo, tan enclenque que parecía que se iba a quebrar en cualquier momento. Se notaba que no se había presentado a la prueba porque tuviera esperanzas de sobrevivir a ella, sino porque su familia le había obligado: era una buena forma de quitarse de encima a los herederos inútiles. 
Esos jóvenes le daban pena, pero las reglas eran las reglas y le encerró en el jardín donde aguardaba la pantera. Pero el chico estaba tan resignado a morir que, cuando vio al animal, no huyó ni se lanzó contra ella, sino que aguardó a su muerte con calma, mirándola a los ojos.
Esto despertó la curiosidad del felino, que se acercó con elegancia y olisqueó a ese extraño humano, que hizo algo inesperado: alzar la mano y acariciarle la zona de detrás de la oreja, como si fuera un gato común. Y, como un gato común, a la pantera le gustó y olvidó todo deseo de convertirle en su cena.
Locquard no pudo sino sentirse sorprendido, pero luego asintió con la cabeza. Era un digno aprendiz, que sabía cuándo no tenía sentido huir o luchar y que, a pesar del miedo, era capaz de apreciar la belleza del peligro. Así pues, abrió la verja del jardín y le dijo dónde podía dejar sus cosas, tras lo cual colgó un pergamino en la puerta indicando que no aceptaba más candidatos porque ya tenía un aprendiz válido.

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