Cupido es miope... o me está tomando el pelo
Primero me enamoré de Héctor, pero nuestro noviazgo se disolvió como un azucarillo en cuanto salimos del instituto y cada uno se fue a estudiar a un lugar distinto: él a la universidad, yo a la Academia de Policía. Luego fue Tomás, el típico malote. No sé, tenía algo salvaje que me atraía y mi cuelgue era más sexual que amoroso, pero me dolió cuando se enteró de que estudiaba para policía y decidió dejarme. Más tarde me enteré de que tenía algunos negocios sucios y yo podía poner en riesgo sus trapicheos. Después me enamoré de mi compañero de Academia, Javier, pero yo era mejor que él en casi todas las pruebas y era algo que su estúpida hombría no podía soportar. Tras él vino Jorge, que parecía perfecto para mí: un médico sexy al que le encantaba que yo fuera policía. Pero sus horarios y los míos sencillamente no eran compatibles y finalmente lo dejamos por la pura imposibilidad de encontrar un hueco común en nuestras respectivas agendas.
Pero mi enamoramiento de ahora es el peor de todos: un abogado. No uno de los guays, no, sino de los que siempre van con los malos y ganan un dineral engañando a la ley para que no se haga justicia. No lleva ningún caso en el que yo tenga la más remota relación, pero es inevitable que nos crucemos de vez en cuando y, cada vez que pasa, saltan chispas. Definitivamente, Cupido es miope o me está tomando el pelo. Ese tipo representa todo lo que desprecio y, aun así, estoy colgadísima por él. Y está claro que siente algún interés por mí, porque me acaba de invitar a comer.
-Eo, ¿la falta de respuesta es un sí? -me pregunta con una media sonrisa que no puede ocultar su nerviosismo. Es el típico tío que no está acostumbrado a que una mujer dude antes de lanzarse a sus brazos. Lo dicho, para nada mi tipo. Así que le digo que no, pero también es un gran vendedor y tiene tanta labia que, antes de querer darme cuenta, estoy con él tomando un café en la cafetería de enfrente.
Empiezo el encuentro con un ataque al dejar claro mi posición respecto a su trabajo, aunque esquiva el golpe con un elegante "De algo hay que vivir" antes de pasar a otros temas. Es un hombre de mundo y no tardo en verme inmersa en una interesante conversación sobre las cosas que me apasionan. Desde luego, le pongo a prueba, pero no está fingiendo cuando dice que le gustan los mismos libros que a mí, que ha visto varias veces mi película preferida o que conoce la discografía completa de mis ídolos del pop.
Cuando llega la hora de comer, decido acompañarle y seguir disfrutando de su compañía. Quién sabe, quizás Cupido haya dado en el blanco esta vez. Después de todo, nuestro trabajo no es tan importante, como él dice, "De algo hay que vivir".
Pero mi enamoramiento de ahora es el peor de todos: un abogado. No uno de los guays, no, sino de los que siempre van con los malos y ganan un dineral engañando a la ley para que no se haga justicia. No lleva ningún caso en el que yo tenga la más remota relación, pero es inevitable que nos crucemos de vez en cuando y, cada vez que pasa, saltan chispas. Definitivamente, Cupido es miope o me está tomando el pelo. Ese tipo representa todo lo que desprecio y, aun así, estoy colgadísima por él. Y está claro que siente algún interés por mí, porque me acaba de invitar a comer.
-Eo, ¿la falta de respuesta es un sí? -me pregunta con una media sonrisa que no puede ocultar su nerviosismo. Es el típico tío que no está acostumbrado a que una mujer dude antes de lanzarse a sus brazos. Lo dicho, para nada mi tipo. Así que le digo que no, pero también es un gran vendedor y tiene tanta labia que, antes de querer darme cuenta, estoy con él tomando un café en la cafetería de enfrente.
Empiezo el encuentro con un ataque al dejar claro mi posición respecto a su trabajo, aunque esquiva el golpe con un elegante "De algo hay que vivir" antes de pasar a otros temas. Es un hombre de mundo y no tardo en verme inmersa en una interesante conversación sobre las cosas que me apasionan. Desde luego, le pongo a prueba, pero no está fingiendo cuando dice que le gustan los mismos libros que a mí, que ha visto varias veces mi película preferida o que conoce la discografía completa de mis ídolos del pop.
Cuando llega la hora de comer, decido acompañarle y seguir disfrutando de su compañía. Quién sabe, quizás Cupido haya dado en el blanco esta vez. Después de todo, nuestro trabajo no es tan importante, como él dice, "De algo hay que vivir".
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